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Modul. Arquit. CUC 26: 29–46, 2021
Tipologías arquitectónicas y estilos de vida: paisajes del habitar1
Architectural typologies and lifestyles: landscapes of dwelling
DOI: 10.17981/mod.arq.cuc.26.1.2021.02
Artículo. Fecha de Recepción: 29/09/2020. Fecha de Aceptación: 21/10/2020.
Universidad de la República. Montevideo (Uruguay)
eduardo.alvarez@fic.edu.uy
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Para citar este artículo:
Álvarez, E. (2021). Tipologías arquitectónicas y estilos de vida: paisajes del habitar. MODULO ARQUITECTURA CUC, 26, pp. 29–46, 2020. DOI: http://doi.org/10.17981/mod.arq.cuc.26.1.2021.02
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Resumen
En este ensayo nos centramos en la forma en que se relaciona íntimamente una tipología arquitectónica y urbana con paisajes del habitar, según prácticas y sus espacialidades. Se trata del caso de la casa a patio, dominante en el histórico segundo ensanche de Montevideo. En primer lugar realizamos una breve presentación. Después, nos focalizamos en el tipo y sus implicaciones históricas y antropológicas, para luego caracterizar una sensibilidad urbana a partir de entornos y ambientes del habitar. Por último, retomamos la discusión sobre lo moderno en clave contemporánea, buscando compartir una reflexión abierta a la multiplicidad de oportunidades que nos presenta el caso.
Palabras clave: Diseño arquitectónico; estilo de vida; paisaje; tipología; zona urbana.
Abstract
In this essay we focus on the way in which an architectural and urban typology is intimately related to landscapes of dwelling, according to practices and their spatialities. This is the case of the courtyard house, dominant in the historic second enlargement of Montevideo. First we make a brief presentation. Then, we focus on the type and its historical and anthropological implications, and then characterize an urban sensibility from environments and atmospheres of dwell. Finally, we return to the discussion about the modern in a contemporary key, seeking to share an open reflection on the multiplicity of opportunities presented by the case.
Keywords: Architectural design; landscape; life styles; typology; urban areas.
Introducción
Montevideo (1925)
Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive.
La noche nueva es como un ala sobre tus azoteas.
Eres el Buenos Aires que tuvimos, el que en los años se alejó quietamente.
Eres nuestra y fiestera, como la estrella que duplican las aguas.
Puerta falsa en el tiempo, tus calles miran al pasado más leve.
Claror de donde la mañana nos llega, sobre las dulces aguas turbias.
Antes de iluminar mi celosía tu bajo sol bienaventura tus quintas.
Ciudad que se oye como un verso.
Calles con luz de patio.
(Borges, 1984, p. 63).
Este artículo es parte de una investigación mayor, elaborada a partir de diferentes aproximaciones etnográficas centradas en el estudio de las formas de habitar los territorios históricos del segundo ensanche de Montevideo, la Ciudad Novísima. El estudio requirió un abordaje específico, de carácter reflexivo, sobre el presente y genealogía de tipologías arquitectónicas y sus consecuencias urbanísticas para la comprensión de los paisajes, tanto en lo relativo a la intimidad de la morada y otros ambientes privados, como en la dimensión de lo barrial que se teje entre las manzanas y las calles. Si bien no tenemos aquí espacio para desplegar las múltiples miradas producidas por los equipos de campo, especialmente concentradas en ciertas dinámicas cotidianas de producción de subjetividad, es desde ellas que han emergido las preocupaciones que animan la problematización que aquí se presenta. De esta manera establecemos un diálogo analítico con antecedentes teóricos de historia del arte, la arquitectura y el urbanismo montevideano, ligado a cuestiones antropológicas constitutivas del habitar urbano y los tipos particulares considerados, procurando articular lo que tradicionalmente se presenta como la materialidad construida y las prácticas que se desarrollan en su seno.
Discusión
Un tejido de casas a patio
Si pensamos a escala edilicia, la Ciudad Novísima se caracteriza históricamente por la tipología conocida como “casa a patio”, un tipo de planta particular de las casas con patio, aquella que ubica a este último más o menos en el centro de la composición espacial. Su presencia en Montevideo cubre casi totalmente el segundo ensanche –salvo la franja de la bahía correspondiente en su momento con el área de influencia portuaria y la instalación de fábricas y galpones– y él constituye su zona de despliegue más amplia (Pantaleón, Fernández, Parodi, Abdala, Martínez y Piazza, 2002). La capacidad de adosar unidades habitacionales en tres de sus cuatro caras, con importantes variantes y combinaciones entre otras casas con patio pero en los laterales, en forma de ele o planteados longitudinalmente (Pfeifer y Brauneck, 2009), permite una amplia proliferación del tipo en el amanzanado del ensanche decimonónico. Se podría escribir una historia de la ciudad y de esta zona emblemática a partir de diferentes casos representativos de estas nobles construcciones, que van desde situaciones de derrumbe, pasa por reciclajes de diferentes estilos (por lo general signados por la fragmentación de la unidad según el rendimiento mercantil) y llega a actualizaciones de gran nivel de confort e incluso de creativas propuestas de diseño.
Figura 1. Distribución del tipo en las zonas céntricas de Montevideo
Destaca el área compacta conformada por la ciudad fundacional, el primero y segundo ensanche (casi en su totalidad), el cual tuvo como límite normativo el bulevar Artigas en sus dos tramos perpendiculares.
Fuente: Adaptado de Pantaleón et al., 2002, p. 86.
La casa a patio encuentra sus fuentes antropológicas en el Mediterráneo greco-latino y árabe, pero se hunde en el origen de las urbes, donde se puede encontrar “superpoblación” y “jerarquización” socio-espacial: “El principio es el mismo y su forma permanece igual durante largos períodos y en áreas grandes. La necesidad de alejarse aunque sea dentro del territorio familiar del grupo, clan o familia, y la separación de dominios lo consigue” (Rapoport, 1972, pp. 108–109). En las últimas décadas del siglo XIX rioplatense, este tipo de desarrollo urbano, dirigido por un Estado liberal y puesto en manos de emprendedores y empresarios muy poderosos por el nivel de concentración y efecto de sus negocios y personalidad en el ambiente cultural de entonces, se materializaba gracias a las manos y el trabajo de los mismos emigrantes, que desde fines del siglo XIX fueron especialmente maestros constructores italianos. Muchos de ellos pudieron pagar su propia vivienda gracias al trabajo de erigir al Montevideo en expansión (Álvarez, Arana y Bocchiardo, 1986), así como impregnaron con sus modelos estilísticos la estética urbana desde entonces. En esta zona central, focalizada en promover un perfil socio-económico medio, pusieron ladrillo tras ladrillo, armaron encofrados y revistieron fachadas con mampostería, dibujaron balcones señoriales e instalaron claraboyas magnificando la luz cenital en los interiores cuando la tecnología del hierro lo hizo posible. Las obras siguieron las orientaciones de su tiempo, combinando las tradiciones preexistentes con los modelos culturales traídos por los sectores sociales correspondientes a la inmigración trasatlántica de entonces, tanto en los gustos de preferencia de los nuevos residentes y su descendencia como en las habilidades constructivas propios de los saberes y oficios presentes entre ellos. Recordemos que construir ya es habitar; no le es ajeno ni exterior, sino consustancial (Heidegger, 1994).
Neoclásicas de fuertes reminiscencias de su tierra de origen, del tipo ecléctico historicista y su combinación estandarizada de imaginarios estilísticos antiguos, o de espíritu modernista en el cambio de siglo con el art nouveau y la inspiración catalana, y particularmente según la sensibilidad art déco (Pantaleón et al., 2002; Arana, Mazzini, Ponte y Schelotto, 1999), la arquitectura doméstica y comercial del Montevideo Novísimo es expresión directa de una “materia prima societaria” (Delgado, 1999). Incluso podemos ir más allá y comprender esta arquitectura como imbricada a las interacciones sociales que tienen cita en su seno; inextricabilidad entre lo humano y la espacio-temporalidad que lo define al dimensionarlo junto a otros seres y entidades en sus tramas (Latour y Yaneva, 2008; Álvarez, 2016).
La materialidad de estas estructuras habilitó y habilita múltiples usos y transformaciones posibles: una altura original de 5 metros, habitaciones que promedian áreas de 4,5 por 5 metros, muros con espesores de 30 centímetros, todo construido con elementos de gran calidad (Delgado, 2004, pp. 61–62). Las casas a patio deterioradas fueron la materialización de la crisis cíclica que reinó sobre gran parte de la historia social del Uruguay, íconos monumentales de la decadencia desde el punto de vista de la semiótica urbana y sus imaginarios, junto a las baldosas rotas de sus calles céntricas, en especial las que surcan la Ciudad Novísima (Álvarez y Huber, 2004). Los destinos de su extensa clase media, consolidada por las políticas sociales del batllismo e integrada por las familias de aquellos emigrantes y otros recién llegados, se expresan en su arquitectura doméstica por excelencia. Cuando llega la reapertura democrática al finalizar la última dictadura cívico-militar a mediados de los años ochenta del siglo pasado, se abre un período de experimentación, donde fueron formuladas un conjunto de ideas para la ciudad (Sprechmann, et. al., 1986). Surge la moda del reciclaje, y con ella se transforma la imagen de la ciudad gracias a la resignificación de estas viviendas. También se afianzan ciertas tendencias en zonas y territorios donde la gentrificación no tardó en hacerse sentir, especialmente en el Parque Rodó y el Palermo aledaño, inmediación de la franja costera (Medina, Nudelman, Núñez y Matos, 2009).
En estas últimas décadas y en la actualidad, nos encontramos con prácticas de reformulación más o menos decidida que nos informan sobre los procesos de subjetivación y el habitar montevideano en forma privilegiada. Casas a patio son la mayoría de las numerosas pensiones, albergues transitorios que se esparcen por la Aguada, el Cordón en sus variantes, La Comercial, el Reducto y por supuesto el Centro y la Ciudad Vieja yendo hacia la ciudad consolidada anterior al segundo ensanche. Casas a patio son también complejos habitacionales de muy variada hechura. Los hay de gran diseño, donde se dialoga con el patrimonio y se lo renueva, donde la regla del mayor rendimiento a toda costa no fue la única autoridad y no fue descuartizada la antigua vivienda en pequeñas cajas de ángulos caprichosos y nada prácticos. Y los hay de este tipo, incluso en condiciones que llegan al paroxismo de la insensatez, a altos precios de venta y en forma creciente cuanto más próximo a la costa se encuentren ubicados. Esta variedad de formas de reciclaje o redefinición espacial va más allá de la residencia, y casas a patio son sede de múltiples oficinas y otros tipos de espacios empresariales, especialmente del rubro de servicios, como clínicas y centros de salud, colegios privados, casas de venta de insumos informáticos, librerías, restoranes de dimensiones medias con menús internacionales, música en vivo y demás. También las sedes de organizaciones comunitarias, sean de procedencia étnico-racial, regional, como de origen sindical y político-partidario.
En líneas generales, la casa a patio presente una relación simbiótica con su entorno próximo y las redes de parentesco. Podemos decir que en ambos sentidos es “familiar” (Pfeifer y Brauneck, 2009). Desde un punto de vista ecológico es valorada por su capacidad para adaptarse, dialogar con las fuerzas ambientales, otorgándoles una presencia considerable en la definición del interior de la vivienda. Es decir, se trata de una relación entre adentro y el afuera exitosa, al sacar provecho de los beneficios para los acondicionamientos del hogar. Esto puede encontrarse expresado en las variadas formas de vida que pueden sostenerse en ella, todas ricas en las definiciones de fronteras y tamices, al no reducirse solamente a la fachada exterior con sus aberturas (Doberti y Giordano, 2008). Gracias a contar con el patio abierto al estilo de un atrio por su luz cenital, por lo general con cubierta de vidrio, pueden generarse fachadas internas, un ecosistema verde significativo, un espacio de encuentro y circulación más o menos íntimo según las relaciones entre los diferentes habitantes. Igual de relevante que el espacio del patio, son los corredores en tanto sistema de comunicación entre habitaciones y estancias. Lamentablemente los intereses mercantiles han hecho que gran parte de estas viviendas no logren aprovechar las bondades de la tipología, al ser construidas según dimensiones y orientaciones muy poco inteligentes en el aprovechamiento del sol y el aire, incluso desde la gestación de esta zona de la ciudad. Esto es especialmente significativo en los conjuntos en tira hacia el interior de las manzanas, toda una variante característica en el paisaje montevideano y su imaginario urbano (Ursic, 2018).
En un comienzo fueron pensadas para familias extensas y donde la estructura binaria de género se correspondía con la división entre ámbitos públicos y privados, tiempos y espacios del habitar para los que la mujer era confinada a la interioridad, no sin tácticas de resistencia y los procesos de subjetivación consecuentes con ello (Gómez y Usandizaga, 2008). Las transformaciones sociales en relación a la estructura de parentesco y el mundo del trabajo, así como en las formas de consumo y ocio, se acompañaron de diversos tipos de modificaciones edilicias. En lo que respecta a lo residencial, podemos encontrarnos, como decíamos más arriba, tanto con pensiones de inquilinato con habitaciones privadas y espacios de servicios compartidos, como con viviendas unifamiliares. Los usos relativos a otras prácticas implican modificaciones aún más aleatorias, aunque el patio central con claraboya generalmente se mantiene como área estructurante central, y con ella, la casa patio sigue existiendo en cuanto tal a pesar de todo aquello que la desdibuje. Incluso, si el patio ha sido reconvertido en una estancia techada o se han demolido algunos muros y levantado tabiques, la tipología puede mantenerse de forma más sutil a través del diagrama de circulación propuesto, según una geometría que perdura en la espacialidad aunque el patio ya esté ausente.
La división catastral y la concepción de la vivienda estándar están indisolublemente ligadas. La consolidación de la regularidad extrema de una y otra, dan como resultado otras regularidades producto de la seriación de componentes arquitectónicas de distinta entidad y escala.
La serie se transforma así en instrumento constructivo y en mecanismo compositivo y expresivo de la vivienda, determinando desde la manera como se inserta en la ciudad hasta la forma en que se organizan sus ornamentos más pequeños.
La fuerza y consistencia radica en la definición del componente unitario y de la serie, y en la forma en que esta actitud se repite hacia uno y otro extremo de la escala arquitectónica.
La repetición y el ritmo son en buena medida responsables de la fuerte presencia e identidad de esta tipología. La “textura de Montevideo” le debe mucho a estos conceptos, claves en la identificación tanto del tipo habitacional como del entorno urbano que simultáneamente define. (Pantaleón et al., 2002, pp. 29–30).
Figura 2. Amanzanado donde predomina la casas a patio (Palermo, Montevideo).
Fuente: Infraestructura de Datos Espaciales de Uruguay (IDE, 2019). https://visualizador.ide.uy/ideuy/core/load_public_project/ideuy/
Entornos y atmósferas de una sensibilidad urbana
Con las casas a patio se trata, efectivamente, de la textura de la trama socio-territorial montevideana por excelencia, presente en otras ciudades pero especialmente dominante en sus zonas históricamente consolidadas. Cuando pensamos en tramas lo hacemos literalmente, es decir, en tanto que composición materializada de prácticas y acciones que expresan las formas de habitar que se suscitan en su seno (Deleuze y Guattari, 2004; Ingold, 2000; Álvarez, 2016). Existe un diseño espacio-temporal que determina y da lugar a las experiencias de quienes habitamos el segundo ensanche de Montevideo, espacialidades y temporalidades que se concretan en tipos de mediaciones, formas de comunicación, según medios y soportes en múltiples relaciones. Podríamos decir que la “sensibilidad emocional” o “atmósfera” (Zumthor, 2006), del “Montevideo novísimo”, tiene como contexto principal la arquitectura de la casa a patio y el damero urbano topológico que se estableció en su momento. Debe entenderse la espacialidad no como telón de fondo, como estructura neutra ajena a los acontecimientos significativos producidos y productores de subjetividad. Más bien todo lo contrario: se trata del complejo de percepciones, emociones, memorias y sentimientos asociados a lugares (Cabas, 2016). También debe comprenderse que la forma, arquitectónica y urbana, no es un resultado final. Aunque perdure e insista en su constitución, las controversias en tanto disputas territoriales a diversas escalas, desde la distribución de habitaciones al dominio de una esquina, se manifiestan en los estilos y géneros identificables (Latour y Yaneva, 2008; Yaneva, 2012).
Podemos seguir la correlación de lo urbano con lo arquitectónico, o mejor aún, intentar vincular inter-escalarmente una cosa con la otra, en lo relativo a la lógica y sentido de los ensanches históricos y al momento de expansión del Montevideo de entonces. Las casas a patio van progresivamente contando con menos terreno para su construcción, siguiendo un alza de los precios y aumento de la demanda en las zonas céntricas, como en este caso. Allí se va pasando de lotes de 10 metros de anchura a los de 7 e incluso 5. Un estiramiento longitudinal va marcando la transformación del tipo arquitectónico, a lo que se suma la construcción en agrupamientos horizontales primero (con la aparición de los clásicos corredores de apartamentos) a la verticalización cuando el desarrollo tecnológico así lo permitió. Pantaleón et al. (2002), realizan un estudio exhaustivo al respecto, donde distinguen una serie de tipos edilicios específicos. Los primeros datan de 1780-1830, fecha esta última que coincide con el primer ensanche, el de la Ciudad Nueva (actual Centro). Las construcciones residenciales se corresponden con la denominada clase patricia. Desde 1890 aparecen una serie de tipos nuevos, en el contexto de los sucesivos decretos y actuaciones públicas y privadas que instauraron el segundo ensanche urbano en cuestión. En este caso, el aumento exponencial de la población se asoció a la mayor demanda de vivienda y el afinamiento de los predios, siguiendo el proyecto de una mayor densificación. Los patios pasan hacia las medianeras laterales y puede haber tantos como el largo hacia el fondo de manzana lo permita.
Cocina y baño, los denominados “servicios”, además de seguir recluidos lo más posible se achican, y sobre ellos, se instala el clásico altillo. En estudios sobre la sensibilidad y la construcción de las nociones de vida privada e intimidad en el Uruguay moderno y colonial, las tareas de sostén del hogar aparecen fuertemente ligadas a las mujeres, en especial en lo relativo a la condición de servidumbre experimentada por descendientes de indígenas, población africana, inmigrantes rurales y pobres de las sucesivas oleadas trasatlánticas (Rodríguez, 1992). Esta es una de las formas de espacialización de las relaciones de dominación y estructuración de lo social al respecto. El estudio del habitar pone en evidencia las transformaciones y permanencias a partir del diseño de las cocinas y las prácticas culinarias, así como las ligadas al cuidado en la familia y las relaciones de los sujetos con sus propios cuerpos en la intimidad (De Certeau, Giard y Mayol, 1999; Barceló, 1997). Además de las fragmentaciones de las habitaciones, la incorporación de entrepisos y el aprovechamiento de los patios para disponer de entornos para otras actividades, las reformas en baños y cocinas, incluso su replanteo en relación a los otros espacios quitando paredes o tomando el espacio de algún patio trasero, es de lo más significativo y generalizado con lo que nos encontraremos en el futuro.
A escala de la manzana, los trazados de la época del segundo ensanche montevideano se piensan para maximizar la inversión distribuyendo predios profundos en sus medios y más pequeños hacia las esquinas, dando como resultado una peculiar configuración presente hasta nuestros días. Las esquinas parecen intensificar la vida social, que ya de por sí resultan estructurantes de la urbanidad, en tanto encrucijada, lugar de encuentros esperables y a la vez fortuitos, aleatorios y fugaces (Delgado, 1999; Hiernaux, 2006). En ellas se multiplican las puertas y ventanas, siendo algunas de las edificaciones más aptas para pequeños comercios de alimentos y productos de consumo cotidiano, dando lugar al tradicional quisco y almacén de barrio. Llegados a la última década del siglo XIX la anchura se acorta aún más, lo que obliga a que el acceso se vuelque hacia un lateral y los patios se alarguen. Los garajes van sumándose con la penetración del automóvil. Luego aparece la claraboya móvil, elemento central en esta estética del habitar urbano, popularizándose su uso hacia 1900.
Figura 3. Altos de edificio (Cordón, Montevideo).
Puede vislumbrarse la claraboya interior y los plátanos de la avenida reflejados en la ventana. Fuente: Autor, 2017.
Siguiendo a Fernández-Galiano (1990) en su perspectiva sobre lo que caracteriza como espacio privado al estilo de la fenomenología poética de Bachelard (2000), los analistas de la casa a patio montevideana nos invitan a considerar una serie de territorios domésticos y sus espacialidades. En primer término, el zaguán, concebido como el umbral que separa y une lo público y lo privado, “filtro protector de la intimidad (…) lugar de términos y principios, presentaciones y despedidas, encuentros y saludos. Es un pórtico y un vestíbulo: media y congrega, abre y clausura (…) es el lugar de todos los indicios” (Fernández-Galiano en Pantaleón et al., 2002, pp. 155). La puerta, por supuesto, constituye otro de los elementos centrales de la composición. Tránsito fuertemente marcado por la dualidad anterior, no está limitado tan solo al binarismo y su segmentaridad (Deleuze y Guattari, 2004): “toda una minuciosa gama de matices, de puertas entornadas y entreabiertas, expresivas y variadas como párpados (…) excluye el tránsito distraído: en cada umbral hay una membrana íntima que no se puede traspasar sin aquiescencia” (Fernández-Galiano en Pantaleón et al., 2002, pp. 156). Las ventanas, por su parte, aparecen como “barrancos abruptos”, donde lo público parece un “precipicio”, a un tiempo que “paisaje voluntario”. Hacia dentro, la intimidad se muestra enmascarada, “hermética y onírica” (Pantaleón et al., 2002, p. 157).
Los balcones son otro micro-territorio, podríamos decir, de fuerte contraste en lo que respecta a las divisiones de género. El carácter “escenográfico” y “romántico” que puntualiza Fernández-Galiano es crucial. Se trata de ser parte del afuera sin estarlo del todo, de establecer relaciones entre la intimidad y el espacio de lo público donde la singularidad de los residentes se expresa con la mayor intensidad posible. Desde grandes discursos políticos a un auditorio callejero, a conversaciones susurradas entre vecinos: el balcón nos permite un punto de observación privilegiado al resguardo de los demás, así como avala nuestras exhibiciones ante ellos si fuera el caso. Este mínimo lugar, es de los que permiten hacer evidente el doble sentido de estancia y pasaje que de hecho caracteriza toda construcción espacio-temporal desde un punto de vista antropológico: se es al pasar, se está porque se deviene. En tal sentido, el espacio es tiempo y viceversa, así como la intimidad no deja de ser un pliegue del afuera en el adentro, exterioridad convertida en exclusiva gracias al mismo carácter sociocultural que genéricamente determina lo que es posible, permitido y deseado en el comportamiento y sentir de las subjetividades involucradas (Álvarez, 2013b).
Las azoteas, muchas veces de “acceso penoso”, se constituyen como espacios descuidados, pero en general de liberación (Fernández-Galiano en Pantaleón et al., 2002, p. 156). En ellas se proyectan y experimentan “líneas de fuga” (Deleuze y Guattari, 2004), otro de los componentes de los territorios y las territorialidades. Estas aperturas lo más abiertas posibles al afuera doméstico y urbano resultan especialmente importantes para las formas de habitar en zonas como las del segundo ensanche montevideano, dada la tradicional carencia de espacios que podemos denominar públicos, más allá de las vías de circulación peatonal y vehicular. Una de las políticas de intervención urbana más decidida en estas últimas décadas ha sido la generación de plazas y espacios verdes en el tejido residencial de esta zona que estuvo signada casi exclusivamente por la rentabilidad del suelo para la especulación inmobiliaria.
Además de esta carencia, las azoteas se ven valoradas positivamente por las cualidades socialmente reconocidas de un paisaje rico en elementos naturales e íconos arquitectónicos que pueden divisare en la silueta de cúpulas y edificios monumentales, como el Palacio Legislativo de principios del siglo XX, o la Torre de las Telecomunicaciones de fines del mismo. Depósito y sitio de instalación de antenas, soleado de la ropa y ámbito para los “micro-devenires” (Deleuze y Guattari, 2004) amorosos de adolescentes y juegos de los niños, estos espacios sobre las construcciones han sido entornos privilegiados para comprender los hábitos, gustos y sensibilidades de los urbícolas. Allí se puede buscar el horizonte como huella del Afuera, en una mancha urbana que desplaza los límites más y más. Luego, la proliferación de la auto-construcción hará de las azoteas, junto con los patios traseros principalmente, los espacios de experimentación para el sueño autárquico de la expansión comprimida, lo que las convierte durante las últimas décadas en escenarios privilegiados de la degradación edilicia así como de innovaciones de alto valor para sus habitantes, soluciones parciales para necesidades que no pueden esperar para ser satisfechas a un tiempo que no son públicamente visibles, o sea, interpeladas por los otros. Ciertamente, las azoteas tienen otras vecinas, pero las diferencias constructivas y de uso de los residentes que habitan debajo las disponen a una suerte de anonimato inverso al de las calles al ras del suelo.
Figura 4. Casa a patio desde la vereda (Arroyo Seco, Montevideo).
Fuente: Autor, 2017.
Figura 5. Casa a patio en reforma (Cordón Sur, Montevideo).
Fuente: Autor, 2017.
Sobre las modernidades: envoltura, infiltración…
Esta es la disposición espacio-temporal que caracterizó al sentido de lo urbano y la ciudadanía en el Montevideo de la modernidad, especialmente visible en las zonas históricamente consolidadas y vigorosas en los momentos de su expansión, gracias a la materialización de las nuevas formas arquitectónicas. Las esferas de lo público y lo privado se consolidaron a lo largo del siglo XX según una dualidad aparentemente binaria, que escondió un pliegue más sofisticado, un efecto de realidad estructurador de la vida cotidiana y su política (Caetano, 1998). Llegados a la mitad del siglo, y gracias a la ley de propiedad horizontal de 1946, las construcciones en altura de bloques de apartamentos inspiradas en el llamado muy genéricamente como “estilo internacional” (Boronat y Baldoira, 2009), van proliferando en ciertas áreas de la zona, siguiendo parámetros de comportamiento específicos. Para los intereses de nuestra investigación, es interesante tomar la forma en que Roland (2015) conceptualiza el fenómeno dada la permanencia de la materialidad precedente y la aleatoriedad de las nuevas intervenciones. Esta “arquitectura anónima” que se erige principalmente durante las décadas de 1950 y 1960, ha tomado de referencia modelos y se ha desarrollado según una lógica socio-territorial que conviene definir, según su planteo, como “modernidad infiltrada”. Su universo de exploración es el barrio de La Comercial, según los límites tradicionales que aún perviven en grandes sectores de la población, en el corazón del histórico segundo ensanche. Allí pueden observarse nítidamente los tres modelos de vivienda que según Alemán (2006) se suceden temporalmente: la estándar con su “espiral umbría” (la casa a patio anteriormente tratada), la “caja transparente” de inspiración moderna y la que busca el “lugar sin límite” de la posmodernidad. El espíritu moderno ligado a los requerimientos funcionales es tomado como inspiración, dando lugar a múltiples alteraciones adaptativas con buenos y malos resultados.
El lenguaje presuntamente franco de la espacialidad, que evita la ornamentación y se abre a la calle en busca de luz, aire limpio y otra visualidad sin prejuicios ante lo urbano, no se corresponde necesariamente con la materialidad construida, la cual es de forma mayoritaria erigida por no arquitectos. De la polisemia en torno a la noción de infiltración, Roland (2015) se focaliza en dos: la ligada a la mecánica de los fluidos y la que deriva de la acción política. Como buena forma de buscar la interpenetración de lo arquitectónico y lo social, o mejor aún, de la espacio-temporalidad del hábitat y la producción de subjetividad desde las formas de habitar, nos invita a pensar los efectos de esta suerte de modernidad vernácula en sus dimensiones concretas y específicas. Es así que podemos pensar la trama socio-territorial históricamente característica del segundo ensanche como un “esponjamiento” modernista al que se le realizaron intervenciones según padrones individualizados, más o menos agrupados y definiendo sectores donde ello fue más leve o más fuerte en sus efectos. En segundo lugar, las diferencias entre lo que muestran las fachadas y lo que se oculta tras ellas evidencia una ambivalencia propia del “espionaje”. Ciertamente, el paradigma moderno procuró ser “envolvente” (Portillo, 2003), pero de hecho siempre se presenta en forma fragmentada, adaptada, híbrida, y en muchos casos casi es imperceptible.
Por un lado, se afianza el modelo individualista de la propiedad privada, el aislamiento del habitante tras las paredes de su vivienda, la línea dura de segmentación entre un adentro y un afuera (Deleuze y Guattari, 2004), a un tiempo que los problemas ambientales y demográficos en la ciudad se van acentuando, consolidándose la dinámica macro cefálica de una sociedad donde avanza la desigualdad y exclusión de la población más desfavorecida (Rial, 1984). Con la proliferación de edificios en altura con los estándares del confort de entonces, va creciendo aquella imagen de novedad y salto cualitativo ante lo anterior, descalificado como perimido o a lo sumo como viejo y decadente, siguiendo el esquema de lo antiguo enfrentado a lo moderno (Alemán, 2006). A un tiempo, los sectores sociales más desfavorecidos son conducidos en su movilidad según direcciones contrapuestas: hacia donde es posible mantener el proyecto de ascenso social y mejora de la calidad de vida, pasando a residir en construcciones nuevas e invirtiendo en alguna propiedad horizontal del estilo, o instalándose en los anillos exteriores de la ciudad, incluso en una periferia que va encaminándose hacia la pauperización típica de las zonas de alta fragmentación socio-territorial (Álvarez, 2013a). El imaginario de una sociedad modélica “hiper-integrada” (Real, 1984), que supuestamente consolidaron las políticas batllistas de principios de siglo, entra en una crisis permanente de la cual, quizás, no hemos salido hasta nuestros días. La contextura barrial de los territorios del segundo ensanche histórico de Montevideo mantiene una malla compacta e inclusiva a pesar de ello, entre casas a patio derruidas, otras muy buen cuidadas, algunas travestidas de las formas más variadas, junto a cajas volumétricas sobresalientes por encima de las veredas, ventanales en serie y diversas alturas que han verticalizado en forma diferencial ciertos sectores específicos. Por tal razón, la Ciudad Novísima será bastión de resistencia para una clase media empecinada en no perder los derechos alcanzados, con las contradicciones internas y los conflictos que implica entre vecinos que igualmente cultivan la solidaridad y los lazos de reciprocidad de una zona rica en su multiplicidad cultural. Ello incluso es reavivado por las nuevas migraciones recientes, que tienen las zonas históricamente consolidadas de la ciudad como referencias primeras y que residen en pensiones y viviendas de alquiler que por lo general poseen la tipología de casa a patio, lamentablemente en condiciones de gran precariedad edilicia y contractual (Fossatti y Uriarte, 2018).
Es por todo ello que resulta complejo referirse a la modernidad genéricamente, cuando de hecho se trata de una sucesión de modelos socioculturales de producción de subjetividad, expresada en la disposición de los entornos y los paisajes del habitar. Más aún cuando se trata de América Latina, aunque como se ha demostrado en las últimas décadas el colonialismo es una configuración que ha operado incluso en el propio seno de aquello que fue tomado de territorio referencial, las ciudades y sus sociedades industriales de la Europa occidental de los siglos XVIII y XIX. Otras modernidades y sus hibridaciones barrocas han sido esbozadas a lo largo de estos siglos, pero en todos los casos vuelve a resultar primordial el problema de las contradicciones entre lo universal y lo singular que se intenta conciliar en su seno (Berman, 1989). Serie de envolturas nunca completadas del todo, infiltraciones puntuales que pueden constituirse en agrupamientos, y un largo etcétera de posibles configuraciones que a veces aparecen bajo imágenes como las rupturas radicales (vanguardismo), la asimilación (globalización), la homogeneización (internacionalismo), o la conexión en red (mundialización), las modernidades son múltiples y locales a pesar y gracias a las aspiraciones universalizantes que las alimentan y se expresan en diversos estilos de vida y paisajes del habitar.
Conclusiones
Más allá de defender o denostar algún tipo de actitud moderna, sea artístico-arquitectónica y/o teórico social, hemos puesto el foco en una experiencia etnográfica que nos ha permitido reflexionar sobre ello desde unas tipologías espaciales, entre ellas muy especialmente una, la de la casa a patio, y considerando aunque sea de manera introductoria un conjunto de prácticas presentes en sus habitares. La versión art déco, del último período de su evolución estilística, tan presente en el paisaje de los territorios del segundo ensanche montevideano en sus distintas escalas, evidencia el juego de contradicciones a las que nos referimos anteriormente, incluso paradojas: “nacional-cosmopolita, decorativo-constructivo, elitista-popular, artesanal-seriado, barato-lujoso” (Ramos en Arana et al., 1999, p. 16). En el contexto contemporáneo, cuando nos preguntamos sobre las posibles vías de desarrollo para la consolidación de un modelo de integración socio-territorial, en el acceso a diseños de calidad para la configuraciones de ambientes propicios ante desafíos muy complejos de afrontar, la conocida también como “casa estándar” tiene mucho para enseñarnos y para brindar en relación a los posibles usos y diseños. Y ello tanto en los paisajes íntimos del hogar como en las tramas barriales de la ciudad. Es necesario rescatar los gestos modernos, sus potencialidades y resultados concretos, así como superar la idea de soluciones finales, la doble asimetría de un “quiebre en el pasaje regular del tiempo, y un combate en el que hay vencedores y vencidos” (Latour, 2012, p. 27).
Sennett (2019), preocupado por una ética del construir y el habitar, cuestiona la visión absolutista de una modernidad funcionalista para la cual el diseño es cerrado y las relaciones entre forma y función se plantean linealmente. Piensa en los sistemas abiertos, ligados a formas de habitar ricas en complejidad y potencialmente liberadoras. Siempre se corre el riesgo de la captura por parte de la axiomática capitalista (Deleuze y Guattari, 2004), lo que se traduce en los términos, por ejemplo, de la gentrificación de zonas históricas como la que nos incumbe, que al ser objeto de reformas y mejoras se convierten en privativas de la población de históricamente residía en ella. En términos edilicios, lo vemos cuando la nobleza de una espacialidad del tipo de la casa a patio es pisoteada, al ser descuartizada la construcción y violentada la estética de base, en nombre de la rentabilidad según parámetros considerados como los más deseables en el mercado de quienes deciden la colocación del capital. Sea por no querer alterar nada, como por la negación de lo preexistente, el dilema en términos patrimoniales hace eco de esta disputa por nuestros ambientes de vida, y en tal sentido, por cómo podemos llegar a sentir que estamos en ellos, haciendo ciertas cosas y llevando a cabo determinadas prácticas; en definitiva, ser (Heidegger, 1994). Los territorios del histórico segundo ensanche de Montevideo nos conecta con un modernismo popular, erigido por las manos de albañiles y constructores inmigrantes, que ha mostrado un potencial adaptativo extremadamente amplio, incluso y gracias a las nuevas formas de habitar y los procesos de subjetivación contemporáneos. Pueden estar sumamente degradados, pueden ser violentados, pero con un poco de sabiduría y sentido de justicia, se convierten en formidables tramas de vida donde confluyen los más diversos estratos sociales.
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Eduardo Álvarez Pedrosian es Pos-Doctor en Antropología (Colectivo Artes, Saberes y Antropología, FFLCH-USP, Brasil), Doctor y DEA en Filosofía: Historia de la Subjetividad (Dpto. Historia de la Filosofía, Estética y Filosofía de la Cultura, FF-UB, Cataluña, España), y Licenciado en Ciencias Antropológicas (FHCE-Udelar, Uruguay). Coordinador del Laboratorio Transdisciplinario de Etnografía Experimental (Labtee) y su Programa en Comunicación, Arquitectura, Ciudad y Territorio (ACT-Com.), Facultad de Información y Comunicación (FIC-Udelar), Uruguay. http://orcid.org/0000-0003-1795-7792
1 Este trabajo se inscribe en el Proyecto I+D Habitares de un Montevideo aún “novísimo”: narrativas, procesos de subjetivación y prácticas espaciales en territorios urbanos entre el deterioro y la gentrificación (aprobado académicamente por la Comisión Sectorial de Investigación Científica, CSIC-Udelar); Proyecto Innovaciones Educativas Aprendizajes colaborativos en base a problemáticas convergentes: formación en estudios culturales urbanos (financiado por la Comisión Sectorial de Enseñanza, CSE-Udelar), Uruguay.
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© The author; licensee Universidad de la Costa - CUC.
Módulo Arquitectura CUC no. 26, pp. –46. Enero - Junio, 2021
Barranquilla. ISSN Impreso 0124-6542, ISSN Online 2389-7732.
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