ECONÓMICAS |
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Jurado-Paz / Económicas CUC, vol. 43 N°, 1, pp. 257–280, Enero – Junio, 2022 |
CUC |
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Emprendimiento rural como estrategia de desarrollo territorial: una revisión documental Rural entrepreneurship strategy as a territorial development: a documentary review |
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Resumen El emprendimiento es actualmente considerado como una herramienta para que los estados puedan impulsar el desarrollo tanto económico, social, productivo e incluso el cultural dentro de los territorios, sin embargo, pese a las bondades de esta tendencia existen aún desafíos considerables para que los aportes obtenidos sean realmente sostenibles e impactantes. En el presente artículo de revisión documental, derivado del proyecto de investigación doctoral “Fortalecimiento del emprendimiento rural como una estrategia de desarrollo territorial: empoderando a las comunidades para su propio bien-vivir”, tiene como objetivo principal estudiar sobre de qué manera se debería abordar el emprendimiento, en especial en entornos rurales para que se pueda considera una estrategia efectiva de desarrollo territorial; para ello se utilizó una metodología de revisión de literatura, de tipo descriptiva, fundamentada en la revisión de más de 50 publicaciones de alto impacto. La principal conclusión obtenida está asociada con que es importante incluir un enfoque de desarrollo humano integral y sostenible al proceso concepción del emprendimiento rural, en donde por supuesto, se involucre una estrategia más integradora, es decir, cuando el individuo desde sus conocimientos y saberes, se conecte a la posibilidad de crear una unidad productiva, siendo está la base para la promoción de un desarrollo territorial. Finalmente, se concluye estableciendo que los criterios tales como: desarrollo humano, nuevas ruralidades, fortalecimiento de las competencias emprendedoras, el concepto del buen-vivir, entre otros elementos propios de las comunidades campesinas, son puntos críticos a tener en cuenta para adaptar una tendencia de manera que se obtengan los máximos beneficios posibles para la población. Palabras clave: Competencias emprendedoras; desarrollo humano sostenible; nuevas ruralidades; emprendimiento rural; liderazgo social Abstract Entrepreneurship is currently considered as a tool for states to promote economic, social, productive and even cultural development within the territories, however, despite the benefits of this trend, there are still considerable challenges for the contributions obtained are truly sustainable and impactful. In this article of documentary review, derived from the doctoral research project “Strengthening rural entrepreneurship as a territorial development strategy: empowering communities for their own well-living”, the main objective is to study how it should be approached entrepreneurship, especially in rural settings so that it can be considered an effective territorial development strategy; For this, a research methodology with a qualitative approach, typical of a systemic analysis of the object of study, was used; descriptive, based on the review of more than 50 high-impact publications. Among the main results obtained, the relevance of including an integral and sustainable human development approach to the rural entrepreneurship conception process is highlighted, where of course, a more integrative strategy is involved, that is, when the individual from their knowledge and knowledge, is connected to the possibility of creating a productive unit, being the basis for the promotion of territorial development. Finally, it is concluded by establishing that criteria such as: human development, new ruralities, strengthening of entrepreneurial skills, the concept of good living, among other elements typical of peasant communities, are critical points to take into account to adapt a trend so that the maximum possible benefits for the population are obtained. Keywords: Entrepreneurial skills; human development; new rural areas; social leadership; rural entrepreneurship |
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Artículo de Revisión. Fecha de recepción: 01/05/2021 Fecha de devolución: 10/10/2021 Fecha de aceptación: 20/12/2021 Fecha de publicación: 11/01/2022 |
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Corporación Universitaria Minuto de Dios Pasto, Nariño (Colombia) irina.jurado.p@uniminuto.edu.co |
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. Para citar este artículo: Jurado-Paz, I. (2022). Emprendimiento rural como estrategia de desarrollo territorial: una revisión documental. Económicas CUC, 43(1), 257–280. DOI: https://doi.org/10.17981/econcuc.43.1.2022.Org.7 |
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JEL: L26, O15, O18. |
Introducción
El emprendimiento es la capacidad humana de poner en marcha sus propias iniciativas, liderarlas y hacer de ellas, el escenario ideal para beneficiar no solo al individuo sino a la sociedad en general. Como se establece en el libro “Herramientas para asesorar en emprendimiento” de Acosta, David, Dorado, Guevara y Jurado (2019), requiere de actitud y aptitud de la persona para hacer realidad sus proyectos con un nuevo valor agregado. Además, este concepto puede también definirse como una actividad social, un acto, un proceso, una práctica, un conjunto de competencias o una herramienta, que si bien ha estado relacionado con el mundo de los negocios; también se aborda desde otras disciplinas, es un término mucho más amplio que la simple capacidad humana para crear una unidad productiva.
Es una práctica colectiva y multidisciplinaria la cual se enfoca en encontrar una necesidad latente de algún tipo de población y buscarle soluciones a través de productos y servicios que logren dar a la comunidad un grado de satisfacción. En síntesis, el emprendimiento es un proceso que se relaciona con la identificación de oportunidades percibidas por un individuo, quien a su vez decide construir una solución y ejecutarla, aunque está condicionado a temas empresariales, no solo se generan en este campo.
Hablar de emprendimiento es muy interesante, mucho más aún en los momentos críticos que afronta la humanidad a causa del COVID 19, razón por la cual despierta un amplio interés en la actualidad. Existen algunos puntos críticos a resolver para lograr el efecto esperado, entre estos temas está la demarcada desigualdad e inequidad de la gran mayoría de países, especialmente agudizada en América Latina; tal cual lo plantea Quicaña (2020), donde varios grupos poblacionales viven en condiciones muy precarias, vulnerados en muchos de los derechos fundamentales, y quienes debieron afrontar estos momentos de confinamiento obligatorio en medio de una marcada necesidad; uno de los grupos que cumplen con gran parte de esta descripción son los niños, niñas, adolescentes y los jóvenes de las zonas rurales.
Este proceso ha generado un impacto positivo en la creación de empresas, por supuesto, pero también se podría considerar como un fenómeno económico y social que coadyuva a solucionar dificultades tales como el desempleo, la baja eficiencia en la productividad, los rezagos tecnológicos, la modernización del tejido empresarial, entre otras muchas más. Es por ello que las acciones que procuran la generación o estímulo para la creación de estas novedosas iniciativas emprendedoras, son un respaldo para los emprendedores que tengan sus proyectos en funcionamiento, cuya finalidad sea potencializar a este colectivo como una herramienta relevante para el cambio, así como también para la superación de la crisis, particularmente, en lo que a creación de empleo se refiere, por supuesto, cuando la situación así lo faculte (Nicolás y Rubio, 2020).
La relevancia del emprendimiento en el escenario mundial, ha despertado el interés en diferentes actores entre ellos las entidades gubernamentales, instituciones públicas, organismos del sistema educativo, empresas, organizaciones sin ánimo de lucro y las entidades no gubernamentales; todas ellas de una u otra forma han generado acciones orientadas a la construcción de un entorno propicio para que las personas puedan desarrollar sus iniciativas, especialmente los jóvenes, puesto que han reconocido que es este grupo poblacional el que más se ve afectado por las condiciones cambiantes y la crisis en el mercado laboral.
Para el caso puntual de Colombia, la ocupación del estado para impulsar el emprendimiento, se remonta a principios de la década del 2000, momento en el cual el país atravesaba una crisis económica muy significativa que tenía seriamente afectado la generación de oportunidades laborales, situación que llevó a incluir propuestas concretas en la reforma laboral para impulsar el emprendimiento juvenil, creando una cuenta con recursos especiales que estuvo vinculada directamente al Servicio Nacional de Aprendizaje-SENA, la cual estaba destinada exclusivamente para este fin, hoy este fono aún continúa existiendo y es considerada una apuesta con un considerable éxito en la dinamización del emprendimiento. Sin embargo, la política pública continuó su evolución a tal punto que se han creado varias leyes, decretos y documentos de planeación nacional con destinación de recursos financieros muy interesantes que robustecen y oxigenan el ecosistema de emprendimiento nacional.
Con base en esta política pública se ha invitado a diferentes actores del orden nacional, regional y local a facilitar la construcción de un entorno adecuado que estimule el emprendimiento; entre los grupos institucionales más representativos está el sistema educativo tanto en el ámbito de preescolar, básica primaria, media y de educación superior, quienes tienen una responsabilidad preponderante en la construcción, consolidación y modernización de la mentalidad y cultura emprendedora en el país.
Aunque esto ha favorecido significativamente el ecosistema emprendedor, aún existe una brecha significativa en las zonas rurales, donde en muy pocas ocasiones cuentan con una formación eficiente en emprendimiento con un enfoque de ruralidad, sostenibilidad, sustentabilidad o con la incorporación de teorías más pertinentes para su población con un criterio de solidaridad y cooperación. Por otra parte, han adoptado metodologías que internacionalmente son muy reconocidas y aceptadas, pero que favorecen un criterio de competencia, individualidad y requieren la incorporación de recursos significativos, primordialmente tecnológicos, lo cual hace muy difícil su apropiación por parte de la población que reside en los entornos rurales, puesto que no hay disponibilidad para muchos de esos recursos, y sus entornos, en ocasiones, suelen ser más colaborativos y solidarios, criterio que ciertamente es muy diferente en el ámbito urbano.
Como lo establece el Programa Regional Juventud Rural Emprendedora de la Corporación Regional-Procasur y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola-FIDA (2012), los problemas más representativos que se afrontan cuando se estimula el emprendimiento en las personas jóvenes que residen en el sector rural son: escasa oferta educativa de calidad y con el suficiente nivel de pertinencia; la generación de ingresos significativos porque no se logra la articulación en emprendimiento que brinden oportunidades económicamente atractivas; además la falta de acceso al sector financiero que facilite, la creación, el desarrollo y la consolidación de los proyectos productivos contribuye en la deficiencia monetaria descrita previamente; y por último, se resalta la importancia de potencializar el protagonismo de las nuevas generaciones en la creación de proyectos que faciliten la ampliación de la oferta en marcado en el concepto de la nueva ruralidad.
Los efectos que generan esta situación es posible resumirlos estableciendo que el sistema educativo, aunque empieza a trabajar el tema de emprendimiento, este tema sigue sin tener la continuidad requerida, las metodologías no se adaptan a las condiciones del entorno y, por lo tanto, las competencias emprendedoras no se fortalecen de mejor manera, además que las posibilidades que existen no se aprovechan adecuadamente, evitando con todo ello que el emprendimiento sea realmente una opción de vida, de modernización del territorio y de vínculo entre los jóvenes y sus comunidades. Por último, las personas en edad educativa siguen considerando que para “progresar o avanzar” es indispensable abandonar su entorno y que es necesario emigrar hacia las zonas urbanas o “la ciudad”, y que la opción de volver a casa se relaciona con vacaciones o con retroceso, lo más crítico, es que esta mentalidad empobrece el campo a sus habitantes, y en un futuro no tan lejano, pone en riesgo la sostenibilidad de la producción de alimentos.
Por todo lo anterior, es importante revisar algunos referentes teóricos que facilitan su comprensión, de manera que, con base en una conceptualización y contextualización relacionados con las competencias emprendedoras, el desarrollo humanos integral y sostenible, las características rurales en el continente, las nuevas ruralidades, el desarrollo rural sustentable y sostenible, la economía solidaria, los negocios inclusivos entre otras teorías, permitan dar respuesta a los siguiente interrogantes: ¿Por qué el emprendimiento son estrategias claves para avanzar la concepción de desarrollo territorial? y ¿cuáles son los pilares clave en el emprendimiento para que realmente se contribuya desde allí a la construcción de nuevos entornos sociales?
Además, las reflexiones aquí consignadas, hacen parte de la investigación doctoral titulada “Fortalecimiento del emprendimiento rural como una estrategia de desarrollo territorial: empoderando a las comunidades para su propio bien-vivir”, la cúal tiene como finalidad, comprobar la existencia de alternativas metodológicas integrales que permiten desarrollar un emprendimiento con enfoque de ruralidad y buen-vivir las cuales brinden oportunidades para que los jóvenes encuentren atractivo el desarrollarse integralmente en sus territorios.
Al interior de este artículo, se presenta la metodología o método de trabajo que se ajusta a una revisión bibliográfica y garantiza la calidad de la misma. ¿Qué criterios fueron necesarios para hacer el correspondiente análisis? Más adelante, de forma organizada serán expuestos los resultados más representativos de este ejercicio reflexivo y finalmente, se hacen algunas conclusiones útiles para abrir el espacio de nuevos debates entorno a las bases que debe tener el emprendimiento desde un contexto rural para ser una herramienta de crecimiento económico, social y cultural sostenible.
Metodología
Como se mencionó previamente, esta publicación hace parte de la tesis doctoral titulada “Fortalecimiento del emprendimiento rural como una estrategia de desarrollo territorial: empoderando a las comunidades para su propio bien-vivir”, específicamente derivada de la revisión y construcción del estado del arte de la investigación, razón por la cual para su realización se tuvo en cuenta el enfoque cualitativo de tipo descriptiva, que se ajusta adecuadamente a una revisión documental (Hernández-Sampieri y Mendoza, 2018), cuyo proceso inició con la determinación de criterios de búsqueda tales como: emprendimiento, emprendimiento rural, ruralidad, educación emprendedora, desarrollo rural entre otros, lo que conllevó a la revisión de aproximadamente 50 publicaciones entre libros resultados de investigación, tesis doctorales, trabajos de investigación de maestría, informes de entidades representativas en el ámbito rural tanto nacional como internacional, artículos científicos, de divulgación académica y ensayos publicados en publicaciones seriadas e indexadas, disponibles a través de bases de datos tales como: Dialnet.com, Scielo, Redalic, Web of Science y SCOPUS. La finalidad de esta revisión radicó en comprender mejor la realidad de la gestión en emprendimiento en zonas rurales, específicamente en Latinoamérica, de manera que se pueda identificar cuáles son los puntos críticos o bases fundamentales para abordarlo, de tal manera que, contribuya al fortalecimiento de los territorios.
La selección de los documentos se hizo teniendo en cuenta tres criterios: la calidad (que sea de tipo científico o académico y que sea divulgado en un medio editorial con credibilidad investigativa), fecha de publicación y de qué forma el material contribuía al avance de la investigación. Con los referentes teóricos preseleccionados se procedió la lectura analítica de cada uno de ellos, y con el apoyo del software AtlasTI (versión 8.4.24), el cual facilitó el procesamiento, permitió la identificación de 30 códigos teóricos aproximadamente, entre los cuales se encuentran: origen del emprendimiento, concepto de emprendimiento, tipo de emprendimiento, emprendimiento social, asociatividad, cooperación productiva, cooperativismo, economía social y solidaria, productividad, ruralidad, desarrollo rual, nuevas ruralidades, entre otros.
Los códigos identificados, permitieron a su vez, generar unos puntos importantes de trabajo que son la base de interpretación y análisis los cuales permitieron la formulación del presente documento, que junto a la experiencia profesional del autor, obtenida en espacios rurales del sur de Colombia, específicamente en la sierra del departamento de Nariño, facilitan la construcción de las respuesta a las preguntas: ¿Por qué el emprendimiento son estrategias claves para avanzar la concepción de desarrollo territorial? y ¿cuáles son los pilares clave en el emprendimiento para que realmente se contribuya desde allí a la construcción de nuevos entornos sociales?
Resultados
Para hacer una revisión sobre el tema de investigación se decidió indagar algunas teorías significativas para este proyecto, como lo son las características de la ruralidad en Latinoamérica y Colombia, el concepto de nueva ruralidad, desarrollo humano integral y sostenible, emprendimiento, y el concepto de este término en el marco de la ruralidad y las comunidades indígenas, las cuales están muy presentes en el campo de estudio. Así también se incluyó una revisión entorno a la economía social y solidaria, bajo este marco y algunos nuevos conceptos sobre negocios inclusivos, negocios verdes que en conjunto brindan importantes oportunidades para el fortalecimiento del emprendimiento en el contexto rural.
Al finalizar se hace una interrelación de los temas antes expuestos para dar respuesta a los interrogantes y establecer la relevancia de algunos puntos críticos, que según el autor son indispensables de abordar al momento de hacer del emprendimiento una estrategia para fortalecer el desarrollo territorial en el entorno rural.
Características de la ruralidad en Latinoamérica y Colombia
Durante mucho tiempo ha existido un gran debate conceptual para poder definir y diferenciar las zonas urbanas de las rurales, considerando para ello temas como el uso del suelo, algunas condiciones especiales de su población, ocupaciones económicas de sus habitantes, el acceso a medios de transporte, entre otras más. Sin embargo, como se verá más adelante, para hablar de ruralidad se deberían considerar diferentes variables de manera que desde su comprensión exista una mayor ocupación por preservar los derechos y el bienestar de quienes residen en estos lugares y no haya una limitación que fortalezca las desigualdades existentes en estos territorios.
Entendiendo la complejidad de delimitar el concepto de ruralidad, y con el fin de poder hacer una caracterización inicial sobre las condiciones de estas zonas en Latinoamérica, se establece que para este estudio, apoyado en la definición establecida por el estado colombiano, el criterio de área rural es aquel territorio que “su suelo, no es apto para el uso urbano, o que su destinación corresponde a usos agrícolas, ganaderos, forestales, de explotación de recursos naturales y actividades análogas” (Dirección de Desarrollo Rural Sostenible-DDRS, 2014, párr. 1). Cuando se comprende esta dimensión tan amplia de la zona rural, será posible entender por qué va mucho más allá de una explotación del suelo su definición y de qué manera se conciben las nuevas ruralidades.
Bajo este criterio, para hablar de ruralidad en Latinoamérica, se debería iniciar por establecer cuáles son las principales particularidades de esta área, en donde se podrá observar unas diferencias significativas dentro de los países que conforman esta región. Sin embargo, es un porcentaje poblacional bastante importante tanto por la cantidad que representa como por los requerimientos, problemáticas y oportunidades que giran en torno a ellos.
Según estimaciones establecidas por la CEPAL (Guiskin, 2019), la población que habita en las zonas rural en Latinoamérica y el Caribe se calcula en un 20% sobre el total de los habitantes de la región, siendo los países de Guatemala, Honduras, Belice, Nicaragua, Guayana y las islas de Jamaica y Haití como las naciones con más del 40% de su población viviendo en estas áreas, seguidos por Bolivia, Paraguay, Ecuador, Surinam y Panamá (30% y 40%); por su parte, en Perú, Colombia, México, Cuba y República Dominicana este valor se encuentra entre el 20% y 30%. Finalmente, Argentina, Uruguay, Brasil, la República Bolivariana de Venezuela y Costa Rica tienen este porcentaje oscilando entre el 10% y el 20%, es decir, los que en menor grado tienen población rural.
Aunque la tasa de crecimiento poblacional en algunas naciones de la región, dentro de sus áreas rurales ha presentado un crecimiento, esta cifra es mucho menor en promedio con el incremento dentro de las zonas urbanas, de hecho, en los últimos cinco años, se podría afirmar que el número de habitantes en las zonas rurales en América Latina ha decrecido y tan solo, en 8 de las 19 naciones tienen esta cifra con un valor positivo.
Al incorporar en este análisis demográfico de caracterización de la población rural en Latinoamérica, variables como la edad y el género, permitirá comprender mejor bajo qué condiciones se encuentran estas áreas y sus habitantes, para ello se ha tomado como base de información el documento “Situación de las juventudes rurales en América Latina y el Caribe” publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe-CEPAL (Guiskin, 2019).
Existe una disminución de la natalidad, aunque esta cifra comparada con la de las zonas urbanas es un poco menor, así también, la población en estas zonas es mayormente joven y con una relativa, menor participación la de los adultos mayores; sin embargo, los jóvenes en edad de trabajar son los que más migran a las ciudades. Por otra parte, cerca de 21 millones de jóvenes viven en las zonas rurales, los cuales representan el 20% de la población de jóvenes que hay en Latinoamérica y el Caribe; así también, la masculinidad en las zonas rurales en la región es de 95.2 hombres y 107.4 mujeres; la tasa de analfabetismo en los jóvenes rurales es más elevada que en las áreas urbanas, además, el número de años de estudio también es menor, aunque es importante mencionar que, pese a esta desventaja tan marcada, se reconoce que, en los últimos años, la retención escolar ha mejorado (Guiskin, 2019).
Por otra parte, la situación laboral en la zona rural se ha visto afectada por varios factores, entre ellos el cambio tan claramente demarcado de la ocupación de las familias que dejó de ser exclusivamente en el sector agro, condición que junto a la presencia de mayores ofertas laborales formales para las personas jóvenes ha incidido en más altos ingresos, oportunidades laborales más llamativas y el incremento del acceso a la seguridad social; pese a estas condiciones, sigue siendo el tema de la empleabilidad formal uno de los principales desafíos de la ruralidad. Por el bajo nivel de formación académica de los jóvenes rurales, son más vulnerables al momento de hablar de estabilidad laboral, en especial, cuando existen crisis económicas que afectan directamente al empleo.
Hay indicadores demográficos que demuestran algunos avances para hablar de mejor calidad de vida de la población en los entornos rurales, sin embargo, la inequidad, el bajo desarrollo social y otras condiciones no tan favorables, y permiten afirmar que en Latinoamérica los habitantes de las zonas rurales están afectados por problemáticas asociadas al desempleo, la pobreza; y lo que es más preocupante, las pocas oportunidades tanto educativas como laborales, en especial, para que las nuevas generaciones se motiven a quedarse en su territorio y no asociar progreso con migración hacia la ciudad.
Por otra parte, en Colombia el 32% de la población es rural, haciendo presencia en el 75.5% de los municipios del país y las jurisdicciones de ellas ocupando el 94.4% del territorio nacional (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD, 2011); cuando se comprende esta dimensión tan amplia de la zona rural, será posible entender por qué va mucho más allá de una explotación del suelo su definición y de qué manera se conciben las nuevas ruralidades.
La ruralidad en Colombia ha estado demarcada por mucho tiempo por la producción agropecuaria, la cual en términos generales se podría establecer en tres maneras de conformar empresas o negocios básicos: la estructura empresarial capitalista, el latifundio destinado a la explotación ganadera de tipo especulativo, y la última, la producción comunitaria o familiar (Garay, Barberi y Cardona, 2010); este último grupo es el más representativo del entorno campesino en Colombia, para quienes sus unidades de producción le permiten no solo subsistir sino mantener a los demás miembros de su familia y aportar a la comunidad.
Aunque estas características productivas se han mantenido por muchísimos años, en las últimas décadas, se percibe un interés desde la académia para que, mediante innovaciones analíticas sobre esta temática, permitan ampliar el marco conceptual relacionado con el papel que en el entorno económico y político representa el campesinado, y se pueda edificar un futuro distinto para este grupo poblacional, con el cual se podría construir un enfoque de “nueva ruralidad” más pertinente a la realidad y con muchas más oportunidades para sus habitantes. Con base en esta tendencia no se deja de lado la labor agraria la cual representa y realizan los campesinos, pero tampoco se limita a este único sector, de esta manera se entendería que la responsabilidad del estado no es asociada de forma exclusiva a un ministerio sino a toda la institucionalidad garantizando unas condiciones de vida acorde a los requerimientos de la población (Garay et al., 2010).
Por la cantidad de población que reside en las zonas rurales, hace ver a la nación mucho más rural de lo que se pensaba, cuya amplitud trae consigo una visión más compleja y no reconocida, que por supuesto, desborda los marcos institucionales que actualmente se ocupan de este sector, porque hasta el momento, cuando se habla de ruralidad, se deriva en forma casi que exclusiva al Ministerio de Agricultura. Sin embargo, con un enfoque más extenso, se podría percibir que existe más ruralidad que presencia institucional estatal capaz de formular acciones de manera pertinente, eficiente e inclusiva (PNUD, 2011).
Esta situación y la realidad actual ha permitido identificar ciertas problemáticas en el ámbito rural que se mencionan brevemente a continuación:
El conflicto por la tierra, su propiedad o por el control del mismo, generando una limitación para que los habitantes de las zonas rurales apropien el concepto de crecimiento con equidad, además de las escasas condiciones institucionales y jurídicas pertinentes que les faciliten participar democráticamente en la toma de decisiones las cuales coadyuvan para limitar aún más sus capacidades tanto humanas, sociales y colectivas.
La velocidad para reducir la pobreza rural, sigue siendo mucho menor que en las zonas urbanas, más aún cuando el concepto de riqueza sigue estando anclado exclusivamente a la tenencia de dinero. Esta situación se agudiza más cuando, aún no se encuentra en el estado un compromiso real y contundente para contrarrestar de manera eficiente las causas principales que alimentan la pobreza, y las oportunidades para la generación de recursos económicos sigan siendo a partir del asistencialismo, el empobrecimiento de los sectores productivos y la marginalidad.
En los entornos rurales sigue existiendo una fuerte discriminación hacia la mujer, fortalecido por la violencia hacia ella promovida desde el interior de las familias, así como la provocada por el conflicto armado, que, en ocasiones, es cruelmente justificada desde otros escenarios de la realidad nacional. Además, la sobrevaloración a la tierra ha impulsado aún más la existencia de terratenientes, empresarios trasnacionales y actores ilegales que buscan hacerse al poder de las propiedades, limitando de manera muy significativa la capacidad productiva de sus pobladores.
Con la promoción de las explotaciones excesivas de la tierra, la débil regulación para la explotación minera y la no promoción de cuidado del medioambiente, ha llevado a deteriorar al ecosistema, y, por ende, a limitar aún más la fuente de producción de los campesinos.
Cuando el estado no comprende qué es ser rural y como este concepto ha cambiado con el paso de los tiempos, además cuando espera que el criterio de bienestar sea igual que en las zonas urbanas, se empieza a tener una presencia desde lo institucional débil, inapropiada e ineficiente.
El desarrollo rural enmarco de la crisis del sector
Cuando se habla de desarrollo este criterio se ha anclado por mucho tiempo a un elemento meramente económico, que con la evolución de la sociedad ha permitido relacionarse también con conceptos más de tipo social y cultural, puesto que el sólo hecho de tener dinero no es sinónimo de obtener un bienestar en el que el individuo se vea estrechamente relacionado, por fortuna; tal cual como lo establece León y Pereira (2004), aunque el recurso económico es importante, no es el único, se requiere asociar el desarrollo también a la libertad política, los derechos humanos, la participación, la seguridad, entre otros.
Así como hablar de desarrollo se anclaba al tema netamente económico, una situación similar ocurre cuando se hablaba de desarrollo rural, porque para muchos autores, este criterio estaba estrechamente relacionado con la parte agropecuaria y agrícola, y por ello, se promovían desde los estados diferentes programas y proyectos que impulsaran estos sectores a través de acciones como la asistencia técnica, el crédito, la promoción agropecuaria, entre otras similares (Pachón, 2009).
Es por ello que al comprender las nuevas características del sector rural en Colombia y en Latinoamérica en general, implica ampliar el concepto de desarrollo rural a las actividades productivas tradicionales, las cuales, sin lugar a dudas, seguirán siendo parte importante pero que debería involucrar también, a muchas otras que despiertan igual o mayor interés para sus habitantes, en especial para las nuevas generaciones; así como también, avanzar hacia propuestas más completas sobre las relaciones del ser humano con el medio ambiente, una nueva comprensión de la sostenibilidad que esté de acuerdo con modelos de desarrollo más inclusivos, participativos y comunitarios.
Por supuesto, los programas orientados al fortalecimiento productivo son importantes, pero si las actividades que se desarrollan en lo rural como se ha mencionado son variadas y no únicamente agrícolas o agropecuarias, de igual manera sucede con sus habitantes, quienes tienen características muy heterogéneas y hasta cierto punto, complejas de analizar de manera superficial, es por ello, que como sociedad se debe avanzar hacia un concepto de desarrollo rural que vaya más allá de lo agropecuario, para que se centre más en el individuo y menos en las labores netamente productivas (Pachón, 2011).
Es por esta razón que, hablar de ruralidad es tan importante en el ámbito internacional, en especial porque la seguridad alimentaria —es cada vez más relevante—, de materias primas, nuevas formas de vida y de recursos naturales se ha tornado altamente crítica, requiriendo de más estudios investigativos gestados o liderados desde los territorios; además de una articulación de múltiples actores, entre los que por supuesto, deberían ser protagonistas los campesinos y sus organizaciones comunitarias.
En síntesis, las características y problemáticas de la zona rural implican que desde los diferentes escenarios se inicie con una reflexión más amplia sobre ella, partiendo por reconocerle su valor e importancia, que no se limita únicamente a la seguridad alimentaria, sino que sus propias condiciones hacen que cuente con experiencias y conocimientos que las hace única; además que sus dificultades actuales requieren de la intervención más eficiente, pertinente y oportuna por parte de la sociedad en general, tanto desde el ámbito público pero también desde el privado, apostando por una re significación de lo rural y del campesino.
El emprendimiento y las competencias en emprendimiento
Aunque el tema del emprendimiento ha sido estudiado desde hace más de cincuenta años y su exploración investigativa, es abordado por diferentes autores con múltiples disciplinas, existen tantos planteamientos teóricos al respecto que su focalización es compleja, sin embargo, se tiene en cuenta el planteamiento de algunos de ellos de manera que se facilite su análisis; para iniciar, se debe entender que emprendedor viene del vocablo francés entrepreneur, término que fue utilizado por primera vez en el lenguaje económico durante el siglo XVIII por el economista Cantillón (Schnarch, 2014).
Su contribución sigue siendo considerada como muy significativa porque permite entender este concepto y el rol que desempeña el emprendedor en la economía, que está relacionado como aquella persona que compra unos insumos para crear un nuevo producto, sin embargo, este individuo asume un amplio riesgo porque no posee un retorno seguro y deberá afrontar la incertidumbre propia del mercado. En este sentido, existen dos palabras que deberían resaltarse e incluirse sobre cualquier definición que se haga sobre qué es un emprendedor, estas son crear algo y asumir riesgo, siendo esta última, la que permite introducir una de las características más significativas de una persona emprendedora, la capacidad y quizás, el gusto por afrontar el riesgo y la incertidumbre.
El término emprendimiento “ha cobrado una creciente relevancia en las agendas académicas y gubernamentales del último quinquenio por su capacidad para empujar el desarrollo económico y los procesos de innovación en los países” (Pulgarín y Cardona, 2011, p. 23); desde este criterio, se amplía el concepto hacia un beneficio colectivo, en especial para las naciones en vía de desarrollo, en donde las oportunidades laborales son escazas y se requiere de la capacidad creativa, de liderazgo y de resiliencia de los jóvenes, quienes sufren en mayor medida los impactos del flagelo del desempleo (Noticias Caracol, 2021), llevando esta crítica situación a tener dos alternativas afectarse por el desespero y todo lo que esto conlleva, o apostarle por construir sus propis iniciativas para transformar sus realidades, contribuyendo con ello, al crecimiento integral de las regiones.
El emprendimiento también se puede considerar como una tendencia académica que se relaciona por tres actores o elementos importantes: individuo, empresas e institucionalidad, los cuales de forma articulada y complementaria pueden dinamizar el entorno económico de cualquier región o nación (Vesga, 2008) Este término es utilizado globalmente y ha tomado mayor relevancia porque el factor innovador, la explotación de las oportunidades, la generación de beneficios reales para grupos sociales específicos y la construcción de nuevas fuentes de empleo contribuyen a solucionar los problemas socioeconómicos, en especial en las zonas más vulnerables o con mayores dificultades para acceder a los diferentes servicios.
Emprendimiento es toda aquella actividad iniciada por un individuo que genera múltiples beneficios tanto para aquél que lo lidera, como para la sociedad o los entornos en los que se desarrolla; de esta manera, se reconoce como emprendedor a la persona que posee las competencias suficientes y necesarias para poner en marcha una iniciativa propia asumiendo el riesgo generado por las condiciones de incertidumbre que enmarca los mercados o los diferentes sectores (Ovalle-Toledo, Moreno, Olivares y Silva, 2018). Dentro de esta definición, se tiene claro que, aunque los emprendedores se relacionan más con el tema empresarial, no necesariamente están vinculados con este contexto, porque se pueden identificar muchos tipos entre ellos: sociales, comunitarios, deportivos, culturales, etc.
Sin importar el tipo de emprendedor, se requiere que el individuo cuente o desarrolle algunas competencias internas, pero también de unas condiciones que aporta el entorno, las cuales se pueden sintetizar en el concepto de ecosistema emprendedor; entendiéndolo como un sistema que facilita entender cuáles son las dificultades que inciden para la formación, crecimiento y consolidación de unidades productivas dinámicas e innovadoras, a partir de ello, focalizar las zonas donde el estado debe intervenir en procura de robustecer las políticas públicas que favorezcan el emprendimiento. La conformación de nuevas unidades productivas, se podría considerar entonces como un proceso sistémico, dinámico, flexible y evolutivo.
Por otra parte, caracterizar el perfil emprendedor es el estudio del conjunto de cualidades, habilidades, competencias y comportamientos que diferencia a un emprendedor de las demás personas. Aunque con este criterio, son muchas las investigaciones que se han desarrollado para identificar cuáles son las características más relevantes, se generó un modelo creado por McClelland (1961) denominado “Teoría de las Necesidades Aprendidas de la Motivación”, en la que estas necesidades permiten reconocer el comportamiento del emprendedor por medio de las motivaciones de cada persona. Este modelo se puede resumir así:
Cuando se revisa esta teoría sobre el perfil del emprendimiento, surge un concepto paralelo que es importante revisar, las competencias de emprendimiento, las cuales se pueden entender a partir del aporte de Sobrano y Fernández (2010), quienes establecen que son las habilidades requeridas para afrontar las exigencias de un determinado contexto, demandando para ello cuestiones tanto cognitivas como no cognitivas que favorecen la adaptación del ser humano para proponer, construir y liderar su propio proyecto sea este empresarial, social, ambiental, deportivo o de cualquier índole.
Las competencias emprendedoras, no solo se requieren para crear empresa, sino que, en su conjunto, son útiles para adaptarse al complejo mercado laboral, en particular, porque muchos de esos conocimientos, actitudes, aptitudes y valores, están siendo requeridas también, en las organizaciones para que los nuevos trabajadores propongan acciones que modernicen a las instituciones, haciéndolas más dinámicas, flexibles, rentables y sostenibles.
Pero, ¿cuáles son las competencias emprendedoras de las que se está hablando?, aunque de la misma manera como hay varios conceptos sobre qué es emprendimiento, existe una pluralidad de criterios sobre cuáles son las habilidades, destrezas, así como también, conocimientos requeridos para ser un emprendedor. Se decide para facilitar la exposición de este importante tema dentro del presente documento, resumirlas a través de la Figura 1, que se presenta a continuación:
Figura 1. Competencia de emprendimiento.
Fuente. Elaboración propia resultado de la investigación.
De acuerdo con la figura anterior, las principales competencias emprendedoras, ajustadas a las tres dimensiones propuestas por McClelland (1961), son: el liderazgo, trabajo en equipo, proactividad, inteligencia emocional, persistencia y resiliencia, las cuales, en conjunto, como se lo ha establecido no sólo sirven para emprender sino también para competir en el complejo mercado laboral y productivo. En la Tabla 1 se resume, la comprensión de cada ellos y cómo se relacionan con el ser un emprendedor.
Relación de las competencias emprendedoras esenciales
Dimensión |
Competencia |
Concepto en emprendimiento |
Dimensión de poder |
Liderazgo |
Es importante que el líder tenga una orientación significativa hacia un tema social, tal cual como lo establece Gamboa, Vera y Jiménez (2017): “El líder social debe tener en cuenta… su papel como orientador comunitario” (p. 1). El líder está estrechamente relacionado a su comunidad y su entorno social. |
Trabajo en equipo |
En el trabajo en equipo la individualidad no se pierde, se potencializa, reconociendo la importancia del aporte que los demás hacen para alcanzar los resultados propuestos. Un emprendedor debe reconocer la importancia del trabajo en equipo, a partir del reconocimiento de las fortalezas y debilidades individuales, y con base en ella, aceptar que se requiere de las demás personas para construir y avanzar en su proyecto. |
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Dimensión de afiliación |
Proactividad |
La proactividad se orienta a que el emprendedor, sepa con exactitud hacia dónde quiere ir, centrar sus esfuerzos en hacer que aquellas situaciones deseadas ocurran, responsabilizándose de los resultados obtenidos con ellos. |
Inteligencia emocional |
De acuerdo con Goleman (2018), la inteligencia emocional consiste en la habilidad de dominar las emociones que te inquietan, conocerse bien y tener la capacidad de sentir empatía por los demás. La inteligencia emocional permite también, articular la búsqueda de beneficios propios con la construcción de bienestar para los demás, es decir, no solo producir, sino que servir a la sociedad y a partir de allí, obtener los réditos deseados. Así también, el desarrollo de esta competencia permite tener un liderazgo más efectivo, capaz de avanzar de la influencia hacia la persuasión, puesto que no sólo se trata de comprender las emociones de los demás, sino que a través de las acciones y el manejo mental de las emociones sea posible contribuir en el otro para que pueda avanzar. |
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Dimensión de logro |
Persistencia |
La persistencia es la competencia humana que permite superar los obstáculos y avanzar en la construcción o consecución de los resultados deseados. La persona perseverante, reconoce que a pesar de tener una ruta planificada, durante el camino pueden ocurrir situaciones o experiencias que impliquen hacer modificaciones, de hecho, está abierto a analizar las situaciones, escuchar opiniones y tomar decisiones, que pueden involucra cambios, para poder avanzar y obtener al final, los resultados deseados e incluso, mucho más provechosos que los inicialmente esperados. |
Resiliencia |
La resiliencia es entendida como la capacidad que tienen algunas personas para sobreponerse a la adversidad y a las situaciones difíciles de la vida, obteniendo un éxito significativo al finalizar el proceso de dificultad experimentado. Dentro de la dimensión de logro, la persistencia y la resiliencia permiten al emprendedor insistir, resistir, avanzar y nunca desistir. |
Fuente: Elaboración propia resultado de la investigación.
Las competencias antes mencionadas, permiten al emprendedor desde diferentes dimensiones fortalecer su autoestima y carácter, estimular la creatividad e innovación, facilitar su adaptación a situaciones difíciles, y avanzar en el camino para llegar a la meta trazada, de hecho, éstas habilidades humanas, deberán estimularse continuamente, para obtener resultados más significativos que los perseguidos inicialmente.
Por otra parte, es necesario hacer una referencia como se estipula el proceso de emprendimiento, el cual, para el caso puntual del departamento de Nariño en Colombia (región en la que se adelanta la investigación), luego de un ejercicio de construcción interinstitucional liderado desde la Red Regional de Emprendimiento de Nariño se estipuló como una cadena que se divide este mismo en 5 etapas, resumidas en la Figura 2, estableciendo como el inicio la decisión de emprender y finalizando con la consolidación empresarial.
Figura 2. Cadena de valor del emprendimiento
Fuente. Acosta et al. (2019).
En este sentido, la formación en emprendimiento deberá estar trabajando de manera transversal y continua en todas los componentes de la cadena de valor del emprendimiento, sin embargo, se hace un especial énfasis para este documento, en las acciones que se desarrollan durante las tres primeras etapas, porque durante ellas se debe intensificar la educación para el fortalecimiento de las competencias necesarias para consolidar un perfil emprendedor.
La formación en emprendimiento
Es preciso definir cómo una práctica de formación en emprendimiento aquella que permita estimular el gusto por el emprendimiento y las competencias necesarias para desarrollarlo, actividad que inicia en las aulas de clase, ejercicio que requiere que el orientador asuma un rol con características de mentor, es decir, que motive a los estudiantes hacia una práctica que no tiene un solo camino o una única forma de hacer las cosas sino que es desde el propio autoconocimiento sea la base para avanzar en el camino de emprender.
Los elementos académicos más frecuentemente utilizados, en especial, las cátedras magistrales, la memorización o el aprendizaje por repetición dejan de ser una herramienta idónea porque se requiere apropiar una pedagogía que facilite alcanzar un dinamismo en el cual la actitud del estudiante como un gestor de su propia formación, estimule su capacidad de análisis, promueva la visión crítica y oriente una participación activa, en conjunto, este tipo de formación es un elemento determinante para que la educación emprendedora deje de ser una clase más y sea realmente, el motor que requiere la sociedad para articular la academia con la productividad desde la etapa temprana.
Por otra parte, como se ha mencionado, el antes profesor y ahora mentor, requiere que desde sus propios conocimientos, habilidades, fortalezas, experiencias y capacidades, empiece a orientar a los estudiantes, reconociendo que como cualquier ser humano sus saberes previos son limitados y que requerirá trabajar de la mano con el emprendedor para que en conjunto descubran caminos que quizás no son muy explorados, los desconozca o que está lejos de la academia clásica, más aún cuando no existen verdades absolutas o conceptos estáticos que no puedan ser refutados; en otras palabras, es en este momento cuando se comienza un verdadero proceso de construcción, en el cual la suma de conocimientos y experiencias hace la diferencia y facilita poder avanzar en el mundo del emprendimiento.
La educación en emprendimiento, sin importar el grado académico desde el que se genere u oriente, demanda de un esfuerzo muy importante, requiriendo como primer punto definir con claridad qué se quiere alcanzar, en cuánto tiempo, con qué recursos se cuenta y de qué manera es posible optimizar los resultados. Bajo estos criterios, surgen unos principales retos los cuales son:
De la misa manera como es necesario reforzar algunos conocimientos, actitudes, aptitudes, habilidades y características, es también importante contribuir desde la formación en emprendimiento a la ruptura de paradigmas o mitos que muchas veces generan grandes distorsiones y distrae la atención del emprendedor de lo que realmente debería ocupar su concentración. Los tres puntos neurálgicos a trabajar en este sentido son:
La educación del estudiante-emprendedor permite que amplíe sus oportunidades a partir del desarrollo de otro tipo de pedagogía, en la cual se promuevan conocimientos, habilidades y competencias importantes al momento de emprender tales como: iniciativa, búsqueda de información, habilidades comunicativas, perseverancia, sentido de responsabilidad y compromiso social, trabajo en equipo, audacia, pero sobretodo, pasión.
Bases para la formación en emprendimiento rural
El emprendimiento es una materia de alta notabilidad en el escenario mundial que ha llamado la atención de diferentes actores tales como: estados, instituciones universitarias, instituciones educativas, organizaciones no gubernamentales, etc. En conjunto e individualmente trabajan para impulsarlo, fortalecerlo y gestionarlo, para que las realidades de diversos órdenes tales como: económicas, productivas, sociales, culturales e incluso, políticas permitan desarrollar mejores circunstancias para vivir, contribuyan a cerrar brechas, además de permitir la vinculación eficiente de los jóvenes en el tejido empresarial y laboral de sus territorios.
Este importante tema ha sido trabajado por muchos años a nivel internacional, de hecho esta gestión impulsó la creación de un proyecto denominado Global Enterpreneurship Monitor-GEM, que inició a finales de los noventa en un proceso de articulación de Babson College y la London Business School, quienes decidieron desarrollar un proceso investigativo entorno al análisis de la actividad emprendedora y su relación con el crecimiento económico de los países; este ejercicio que lleva más de veinte años ha arrojado importantes resultados de interconexión internacional para avanzar en el proceso de fortalecer la gestión emprendedora en las naciones, las regiones y a nivel mundial (Bosma & Kelley, 2019).
En la edición más reciente de este proyecto investigativo (2018-2019) evaluó los resultados en cincuenta y cuatro (54) países, sintetiza diciendo que, el emprendimiento es hoy un fenómeno multifacético porque tiene diferentes tipos de desarrollo dependiendo de la región donde se genere y que dichas variedades implican un debate mucho más amplio. Sin embargo, la innovación hace en estas iniciativas un factor clave para generar el impacto que se esperan en el entorno social (Bosma & Kelley, 2019).
Desde la década de los 90 se abrió un debate basado en los cambios que se empezaron a identificar en las áreas rurales, generando un concepto que, es cuestionado por su escaso desarrollo teórico, sin embargo, brinda una comprensión diferente de la realidad de la ruralidad. Como lo establecen Llambí y Pérez (2007):
En el discurso de la sociología rural, el concepto de ruralidad ha estado frecuentemente asociado a tres fenómenos interrelacionados: una baja densidad demográfica, el predominio de la agricultura en la estructura productiva de una localidad o región, y unos rasgos culturales (valores, creencias y conductas) diferentes a los que caracterizan a la población de las grandes ciudades. No existe, sin embargo, un completo consenso entre los académicos. A lo largo del tiempo, diferentes autores han enfatizado uno u otro aspecto, o incluido en su definición varios de ellos (p. 40).
Aunque este concepto sea tan complejo de definir, en Latinoamérica se ha asociado el término rural con la producción agrícola, ganadera y pecuaria, desarrollada en terrenos específicos para tal fin, que, en ocasiones, se ubican a unas distancias considerables de los centros urbanos. Sin embargo, este criterio también ha cambiado por el crecimiento de las ciudades, las modificaciones en las condiciones de vida de sus habitantes y por las actividades económicas desarrolladas en estos territorios.
Entre los cambios que se han generado en las zonas rurales está las relacionadas entre la población y su territorio, dando cabida a nuevos conceptos como las zonas periurbanas, con una oferta de transporte urbano permanente, en donde las actividades agrícolas y no-agrícolas se entrelazan para abrir muchas opciones de generación de ingreso, entre ellas el turismo, la agroindustria, microempresas no agropecuarias entre muchas más (Llambí y Pérez, 2007).
Bajo estos cambios, el hogar rural, que son la base social y económica de los territorios, está obligado en generar un equilibrio el cual relacione las necesidades personales y los requerimientos del entorno socioeconómico; con el propósito de resolver este, las personas en el campo están obligadas a desarrollar distintas actividades económicas, entre ellas, la producción de alimentos, la variación es sus fuentes de ingreso, y la generación de valor a sus productos.
Si se suma la definición de emprendimiento al concepto de nuevas ruralidades, se comprende de mejor manera la importancia de este tema dentro de estos territorios, porque no sólo se trata de apropiar una teoría económica y social moderna, sino de encontrar nuevos espacios para impulsar la transformación y evolución del campo, a partir del empoderamiento de sus habitantes. El emprendimiento con un enfoque rural es una herramienta para fortalecer el desarrollo de este sector, en especial porque con él es posible estimular que las personas que habitan estos territorios encuentren en ellos las oportunidades suficientes para su crecimiento integral, siendo este punto, el sustento de decidir continuar su vida aquí y no asociar el desarrollo con migración.
Adicionalmente, se desarrollen modelos formativos los cuales son una tendencia a nivel internacional, que se adaptan muy bien a ciertos entornos caracterizados por la disponibilidad de recursos o el acceso concurrente a herramientas tecnológicas. Sin embargo, estas metodologías resultan algo complejas de ajustarse a las condiciones propias de la ruralidad, y más de la características que son recurrentes en Latinoamérica, en donde las limitaciones económicas tienen un papel protagónico, los rezagos académicos son muy significativos y las brechas tecnológicas son importantes, eso sin mencionar, que ninguna de sus primordiales riquezas la cultura, la naturaleza o la comunidad son aprovechados, generando al final, unos resultados muy diferentes de los esperados.
Por otra parte, actualmente, la mentalidad sobre el emprendimiento está focaliza más en la productividad y la competitividad, condiciones que distan de la realidad que viven algunos territorios rurales, en donde los modelos de gestión productiva son caracterizados por responder a procesos a veces más asociativos y colaborativos; tal como lo plantea Parrado (2010), resaltando que desde tiempos muy antiguos la Minga y la Mano Vuelta son modelos de trabajo campesino sustentados en la colaboración entre los diferentes actores.
No cabe duda que el capitalismo y principalmente, el neoliberalismo, que se ha conocido en las últimas décadas, promueve un consumismo desenfrenado, salvaje y muy agresivo, ha conllevado a una fuerte crisis ambiental, social, productiva, cultural, entre otras, que se evidencia en un conformismo ampliado de varios sectores sociales, a tal punto que se podría afirmar, que este modelo económico está en decadencia, y que de no proponerse cambios significativos pone en riesgo hasta la misma sostenibilidad de la vida. Así también, el extremismo al que se ha llevado el concepto de competitividad, productividad y de un consumo sin sentido, están contribuyendo al deterioro y la recomposición de la escala de valores, reduciendo con ello, la amplia relevancia para el concepto mismo de la humanidad que tienen el respeto, la solidaridad, la cooperación, colaboración y el trabajo asociativo.
Todo ello, permite generar expresiones como la presentada por Latorre, Díaz, Plata y Marín (2015), en el que expresan que la crisis y la controversia que se observa entre los dos modelos económicos antagónicos: el capitalismo y el comunismo debería cesar, permitiendo generar una evolución de la economía misma, de la sociedad y de los seres humanos, abriendo espacio para que se retomen valores trascendentales como la ayuda mutua, la colaboración y la cooperación, de manera que la innovación, el ingenio y el desarrollo tecnológico se orienten a solucionar problemas que realmente agobian a la humanidad como lo son la pobreza económica, la inequidad social y el deterioro del ecosistema, en otras palabras, dejar de ver al rival como enemigo y en conjunto orientar la mira y los esfuerzos hacia los verdaderos obstáculos que se deben superar.
Es en este sentido, surge la reflexión sobre las incorporaciones que debería tener la formación en emprendimiento rural para que se pueda obtener de él, las contribuciones de toda índole que se desean para que realmente se hable de desarrollo rural con equidad. Para lograrlo, es indispensable que la educación emprendedora en el campo incorpore conceptos enriquecedores tales como: economía solidaria, negocios inclusivos y el desarrollo humano integral.
La economía solidaria para González (2012) podría ser considerada:
[...] como una forma de organización alternativa al sistema capitalista y a la propuesta de estatización de la economía. Su lógica de acción se basa en la reproducción de la vida de la comunidad y el cuidado de las bases naturales” (p. 17).
Bajo este concepto, las organizaciones que son ejemplo de la incorporación de esta definición son las cooperativas o asociaciones sin fines de lucro, las cuales persiguen finalmente una generación de beneficios sociales, económicos y de otro tipo que se traduzcan en la configuración del concepto de bienestar en toda la dimensión que representa.
Dicho de otro modo, hablar de economía social es relacionar la solidaridad y la reciprocidad a los procesos productivos o empresariales, de tal manera que se proponga construir una solución a la crisis ocasionada por la economía centralizada en criterios exclusivamente mercantilistas y monetarios, no obstante, este concepto comprendido como una propuesta que evoluciona el criterio de desarrollo aún está en construcción, razón por la cual, varios autores consideran a este modelo muy idealista y poco realizable, teniendo en cuenta las características de los contextos globales que se presentan en la actualidad; así también se afirma que es altamente heterogéneo en los sistemas productivos propuestos. A pesar de ello, sus adeptos, afirman que la esencia de estos criterios se centra en el requerimiento que se tiende de hacer a la economía una ciencia más cercana tanto a la sociedad como a sus necesidades, y con esto se ampliaría la discusión a temas que van mucho más allá del dinero.
Por otra parte, se ha introducido en las últimas décadas el concepto de negocios inclusivos, que son una iniciativa económica y productiva que aporta a la superación de los conflictos sociales, por medio de la entrega de bienes a los segmentos más vulnerables en términos económicos, permitiéndoles que sean incorporados a algún eslabón de la cadena de valor (Vidal, 2008). Es una forma de impulsar la creación de nuevas unidades productivas que se encaminen hacia una equidad social, generando beneficios a grupos poblacionales con una marcada carencia de recursos económicos; para ello son tenidos en cuenta en calidad de proveedores, acopiadores, productores, comercializadores o consumidores, y dentro de dicho proceso, la empresa ancla se ocupa de acompañarlos, orientarlos y brindarles herramientas para que puedan adaptarse más fácilmente al sistema productivo.
Como lo mencionan Márquez, Reffico y Berger (2014), los negocios inclusivos pretenden resaltar la importancia que tiene la inclusión social de las personas con mayor grado de vulnerabilidad económica. Este criterio propuesto por los negocios inclusivos está enfocado mucho más hacia la población y su filosofía tiene una mirada más amplia que la propuesta por la Responsabilidad Social Empresarial, porque asocia a través de sus principios, valores, estrategias y acciones la superación de la pobreza, desde un proceso no asistencialista, sino de construcción de valor sustentable y sostenible.
Lo más significativo de este modelo de negocio es la oportunidad de aprovechar las fortalezas locales, empoderando a las comunidades y aportando en la construcción de un tejido social mentalmente que parte de un reconocimiento de la abundancia que existe en los conocimientos, experiencias y aprendizajes sociales, y que con base en ello, así como en un trabajo sinérgico, se propenda por un beneficio común o una relación donde todas las partes salgan victoriosas, adicionalmente se contribuye a superar la brecha que se ha propuesto donde la “gran empresa”, es la enemiga que se aprovecha del más “pequeño”. Está evolución del concepto básico de hacer empresa, genera un beneficio económico, por supuesto, pero se concibe a partir del trabajo colaborativo que brinda crecimiento tanto a la empresa ancla, la comunidad y los consumidores, en otras palabras, una recompensa para todo el mercado.
Son mucho los ejemplos de casos exitosos de negocios inclusivos en Latinoamérica, no obstante, es necesario destacar más que sus bondades en el ámbito empresarial, las oportunidades que ésta metodología brinda para el sector rural porque le permite al productor, dignificar su labor, al generarle el bienestar que se merece y requiere para hacer su actividad económica de una manera atractiva, rentable y con beneficios reales, además, evolucionando el criterio de jornaleros (trabajadores informales) y apropiando un lenguaje empresarial son las mismas comunidades campesinas, quienes lideran su transformación, en el ámbito individual, familiar y de su sociedad, desde luego, con el acompañamiento no asistencialista, por parte de las empresas anclas, el aprendizaje es más significativo, puesto que estas organizaciones que son reconocidas y exitosas, compartes algunos de sus saberes y en conjunto se construye un nuevo esquema productivo.
Por otra parte, cuando se habla de desarrollo este criterio se ha anclado por mucho tiempo a un elemento meramente económico, que con la evolución de la sociedad ha permitido relacionarse también con conceptos más de tipo social y cultural, puesto que el sólo hecho de tener dinero no es sinónimo de obtener un bienestar en el cual el individuo se vea estrechamente relacionado, por fortuna, tal cual como lo establece León y Pereira (2004) aunque el recurso económico es importante, no es el único, se requiere asociar al desarrollo temas tales como: autonomía política, derechos humanos, intervención, contribución, seguridad, etc.
Es por ello que cuando se habla de desarrollo humano, desde una visión aristotélica, se enlaza el criterio de bienestar con la felicidad, entendiendo que hablar de felicidad es mencionar a toda actividad que genera un cierto nivel de bienestar, además de un adecuado contexto familiar, social y de contemplación (Valera y Marcos, 2014). En este sentido, cuando al concepto de desarrollo humano se le agrega la sostenibilidad como adjetivo y no como un criterio útil de valoración, se puede decir, que este último concepto está implícito en la relación que se ha establecido entre desarrollo y felicidad en términos de moderado bienestar, sana convivencia y actividad contemplativa.
Por último, es preciso establecer que el sistema de formación en emprendimiento ya sea desde la básica primaria o los niveles de formación pos graduales, y más en un entorno rural pasando por todas las etapas que existen en este camino, deberían desde una articulación de la práctica con la teoría, preparar al individuo no solo para el ámbito del trabajo sino también para construir una evolución social y cultural que coadyuve a su propia felicidad, que es en últimas única e irrepetible como la misma persona (Araya, 2011).
Conclusiones
Es preciso mencionar que, la contribución que se podría recibir desde la economía solidaria y los negocios inclusivos, así como de otros conceptos modernos que buscan “humanizar” al capitalismo, hacen que éste modelo económico sea menos agresivo con las personas y más inclusivo. Dichas teorías deberían ser consideradas en la educación emprendedora, porque con ellas se contribuirá en la evolución de la economía, las sociedades, y por supuesto, de los sistemas productivos para que sean más participativo y generen beneficios que no estén limitados al dinero sino que impulse la creación de unidades productiva lideradas por personas conscientes de sus riquezas, los desafíos y oportunidades, pero más allá de todo ello, fortalezcan a su comunidad en sus múltiples dimensiones. En cuanto a la formación en emprendimiento en el ámbito rural, este requerimiento es más crítico, primordialmente porque de no hacer atractivo el campo para producir, el empobrecimiento se sentirá también en las ciudades cuando los alimentos se encarecen e incluso dejen de llegar.
Así también, es importante recordar que los cambios más significativos que ha vivido da la humanidad han pasado por evolucionar en términos educativos; razón por la cual, para el autor de esta investigación, recobra tanta importancia el repensar la formación que se promueva sobre emprendimiento, particularmente en los ambientes rurales, porque desde aquí se deberían hacer apuestas innovadoras orientadas hacia el cierre de brechas, el cambio de mentalidad y la reconstrucción de entornos sociales atractivos para que las nuevas generaciones quieran permanecer en sus territorios y que en conjunto, todos los habitantes sientan un real beneficio por estar allí.
El proceso educativo del emprendimiento pasa además por promover la creación de unidades de negocio que no solo generen empleo e ingresos sino también innovación de alto impacto para los territorios; y para lograrlo, bajo el contexto de nuevos negocios con un enfoque en nuevas economías (sociales, inclusivas y verdes), es preciso que converjan cuatro importantes actores: la academia, el estado, la comunidad y las organizaciones privadas, sean estas últimas, empresa o entidades sin ánimo de lucro.
De manera que sea posible, a partir de escenarios colaborativos, la construcción de espacios asociativos que promuevan e impulsen opciones múltiples de producción; además de fomentar una mentalidad hacia el emprendimiento basada en el desarrollo de capacidades que incentiven la asociatividad, la creatividad, además de la solidaridad y la responsabilidad social, para que finalmente se obtenga un nuevo valor en las prácticas que emprendan.
Agradecimientos y Reconocimientos
Derivado del proyecto de investigación doctoral: “Fortalecimiento del emprendimiento rural como una estrategia de desarrollo territorial: empoderando a las comunidades para su propio bien-vivir. Doctorado en Administración y Desarrollo. Universidad de Celaya
Referencias
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Biodata
Irina Margarita Jurado Paz es Doctorante en Administración y Desarrollo de la Universidad de Celaya (México). Magister en Administración de Empresas con especialidad en Dirección de Proyecto de la Universidad de Viña del Mar (Chile). Profesional en Administración de Empresas de la Pontificia Universidad Javeriana (Colombia). Docente Corporación Universitaria Minuto de Dios-Uniminuto (Colombia). Investigador Junior categorizado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia. Integrante del grupo de Investigación GICAEF. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-5678-4217
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© The author; licensee Universidad de la Costa - CUC.
Económicas CUC vol. 43 no. 1, pp. 257-280. Enero - Junio, 2022
Barranquilla. ISSN 0120-3932 Impreso, ISSN 2382-3860 Online
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