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Guzmán y Álvarez / Cultura, Educación y Sociedad, vol. 11 no. 1, pp. 151-166, Enero - Junio, 2020
Aproximación teórica a las estrategias de acompañamiento en el ambiente familiar y escolar*
Theoretical approach to accompaniment strategies in the family and school environment
DOI: http://dx.doi.org/10.17981/cultedusoc.11.1.2020.11
Recibido: 24/10/2019. Aceptado 14/02/2020. Publicado: 23/03/2020
Natalia Guzmán Atehortúa
Universidad Católica Luis Amigó. Medellín (Colombia)
natalia.guzmanat@amigo.edu.co
Mónica María Álvarez Gallego
Universidad Católica Luis Amigó. Medellín (Colombia)
monica.alvarezga@amigo.edu.co
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Para citar este artículo:
Guzmán, N. y Álvarez, M. (2020). Aproximación teórica a las estrategias de acompañamiento en el ambiente familiar y escolar. Cultura, Educación y Sociedad, 11(1). 151-166. DOI: http://dx.doi.org/10.17981/cultedusoc.11.1.2020.11
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Resumen
El objetivo de este artículo de revisión es aproximarse al estado del arte como fundamento al avance del conocimiento científico, en relación a las estrategias de acompañamiento que en el ambiente familiar y escolar se aplican durante el crecimiento y desarrollo de los niños. Para esto, se trabaja con la técnica de la revisión sistemática de fuentes documentales depositadas en repositorios de bibliotecas, revistas indexadas y diversas bases de datos, donde se analiza la cantidad y calidad de la información referida a los constructos identificados. Los resultados evidencian que las estrategias de acompañamiento se presentan como un factor relevante en el ambiente familiar y escolar; sus características los hacen corresponsables en el proceso de desarrollo infantil. Se concluye que cada ambiente es un espacio de enseñanza y aprendizaje, por lo que requiere de estrategias de acompañamiento para cumplir con su función educativa y formativa. De igual forma, es evidente que este tema es un asunto poco estudiado a pesar de ser un aspecto clave en el desarrollo de las interacciones sociales.
Palabras clave: Ambiente familiar; medio familiar; ambiente escolar; ambiente educacional; estrategias de acompañamiento
Abstract
The objective of this review article is to approach the state of the art as a basis for the advancement of scientific knowledge, in relation to the accompaniment strategies that are applied in the family and school environment during the growth and development of children. For this, we work with the technique of systematic review of documentary sources deposited in repositories of libraries, indexed journals and various databases where the quantity and quality of the information related to the identified constructs is analyzed. The results show that the accompaniment strategies are presented as a relevant factor in the family and school environment; their characteristics make them co-responsible in the process of child development. It is concluded that each environment is a teaching and learning space, so it requires accompanying strategies to fulfill its educational and formative function. Similarly, it is clear that this issue is a subject little studied despite being a key aspect in the development of social interactions.
Keywords: Family environment; family medium; school environment; educational environment; accompaniment strategies
Introducción
Las posturas teóricas que emergen alrededor de la familia y la escuela, en su mayoría giran en torno a aspectos académicos y se enfocan en las responsabilidades individuales de los actores inmersos en cada ámbito. Por este motivo, es imperante ahondar en el tema del acompañamiento que de manera global se ofrece en cada uno de los ambientes a los que los niños y niñas pertenecen.
Este acompañamiento debe estar enmarcado en las posibilidades que proporcionen dichos ambientes, puesto que el ambiente familiar y escolar son corresponsables en el crecimiento y desarrollo integral en la infancia; por ello, al estar encargados de brindar formación y educación propician las condiciones necesarias para aplicar estrategias adecuadas que conlleven a los niños a adaptarse y apropiarse del contexto.
De esta manera, se parte del reconocimiento de que la concepción de ambiente derivada de la interacción del hombre con el entorno que lo rodea, involucra acciones humanas y pedagógicas en las que se pretende reflexionar sobre la acción propia y la de los otros (Duarte, 2003). En ese sentido, con la aproximación al conocimiento sobre las estrategias empleadas en el acompañamiento familiar y escolar, se pretende entablar una conversación sobre la importancia de cada ambiente como espacio de enseñanza y aprendizaje, que requiere estrategias para cumplir con su función educativa y formativa. Al respecto, Akl, Jiménez y Aponte (2016), resaltan la importancia de definir estrategias que vayan orientadas a generar capacidades para el empoderamiento de las personas; las estrategias contribuirán de manera asertiva a fortalecer conductas preventivas y de concertación entre los sujetos en el contexto donde desarrollan sus actividades rutinarias.
En el ámbito de la precisión de estrategias, es importante tener claro que el ambiente se compone por elementos físicos, sociales, culturales, psicológicos y pedagógicos, lo que lo convierte en un espacio pluridimensional (García, 2014). Dichos elementos son inseparables de la persona, ya que, por medio de la interacción con ellos se definen los factores condicionantes de las relaciones que se tejen con cada contexto del que hace parte el individuo.
Se precisa entonces, hacer una diferenciación entre el espacio físico, referido al lugar donde se realizan actividades que incluye objetos, muebles, decoración y materiales; y el ambiente físico, donde los sujetos establecen interrelaciones que les permite desenvolverse en el espacio físico (Iglesias, 1996).
De igual forma, el ambiente es un aspecto importante para el desarrollo humano, pues realiza interconexiones entre varios entornos, sin limitarse a un único entorno inmediato; lo que conlleva a crear un ambiente ecológico, entendido como “una disposición seriada de estructuras concéntricas, en la que cada una está contenida en la siguiente. Estas estructuras se denominan micro, meso, exo y macrosistemas” (Bronfenbrenner, 1987, p. 41).
Con base en estas consideraciones, las estrategias de acompañamiento se presentan como un instrumento fundamental a la hora de fortalecer los aspectos sociales, emocionales y cognitivos de los niños y niñas, quienes inevitablemente deben pasar por diversos ciclos y cambios, por lo que requieren de apoyo y ayuda inmediata de los ambientes a los que pertenecen y de los miembros que los componen, en palabras de Rodríguez y Clavijo (2017):
El trabajo decidido de la escuela, con la participación de los adultos cercanos (familia, familia de origen y demás significativos), aporta considerablemente a que el niño en su ambiente nativo adquiera destrezas, posibilidades, potencialidades, de acuerdo con sus competencias y con el apoyo de estrategias direccionadas por el maestro, y comprendidas y asumidas por la familia, como extensión de la práctica en el aula de clase. (p. 162)
Es así como esta revisión sistemática, permite reconocer la importancia de las estrategias de acompañamiento en el ambiente familiar y escolar. En este transitar conceptual se identifican los principales componentes que destacan en cada ambiente, las características asociadas tanto a los ambientes como a los componentes principales y las concepciones que han establecido teóricos expertos; de esta forma, se construyen resultados relevantes sobre las funciones formativas y educativas de los ambientes familiar y escolar, encontrándose que las estrategias de acompañamiento se presentan como una herramienta que fortalece los espacios familiares y escolares. Lo anterior permite ampliar y fortalecer la conceptualización de los diferentes elementos que componen el tema aquí tratado.
Metodología
Para esta revisión sistemática se acude a bases de datos como Scopus, Science Direct y EBSCO, revistas indexadas y repositorios de bibliotecas. La búsqueda está centrada en estudios, investigaciones y libros con relación a las categorías de investigación, a saber: ambiente familiar, ambiente escolar y estrategias de acompañamiento. Estas categorías se usan como palabras clave al momento del rastreo, en su forma original y en diferentes variaciones como: ambientes, ámbito familiar, ámbito escolar, estrategias, estrategias familiares, estrategias escolares, acompañamiento familiar, acompañamiento escolar.
Se toma como criterios de inclusión de los textos que las publicaciones estuviesen comprendidas entre los años 2009 y 2019, exceptuando algunas con un periodo mayor de antigüedad dada su representatividad como textos de autores clásicos y relevantes; así mismo, los textos encontrados deben estar directamente relacionados con una o más de las categorías en cuestión. De esta forma, se excluyen los textos que no cumplen con estos parámetros.
La búsqueda arroja un total de 75 textos que atienden alguno de los criterios y finalmente se seleccionan 52 artículos y libros que presentan información relevante sobre el tema de investigación. Cabe resaltar, que la categoría que conlleva mayor número de resultados de búsqueda fue la de ambiente familiar, seguida por la de ambiente escolar y, por último, la categoría de estrategias de acompañamiento; lo que indica la relevancia de generar mayor información sobre este tema.
Para finalizar, se organizan los textos de acuerdo con cada categoría y se procede a rescatar y emplear la información más relevante de cada uno de ellos. De esta forma, se inicia el proceso de análisis y escritura del artículo, con base a los resultados encontrados y la relación de estos con las categorías de investigación.
Resultados y Discusión
Con esta revisión de textos e investigaciones relacionados con las estrategias de acompañamiento que se presentan en el ambiente familiar y escolar, se pretende realizar un acercamiento a las posturas teóricas e investigativas que han surgido en los últimos años. Así, este apartado se enfoca en los hallazgos más relevantes del rastreo conceptual.
Las funciones formativas y educativas de los ambientes familiar y escolar
El ambiente contiene múltiples componentes que permiten acercarse a una comprensión del individuo como sujeto social, y en el caso de los niños como sujetos dependientes de lo que le brinden sus entornos para continuar con su desarrollo. De acuerdo con esto, Dewey (1995) menciona que el ambiente social está relacionado con los roles, acciones y tareas necesarias para realizar una construcción social y que el individuo se integre dentro de un espacio o hábitat, ya sea familiar, escolar o laboral.
En este orden de ideas, la familia es el ámbito donde se desarrollan los vínculos, la participación y la singularidad en las experiencias y competencias que permiten la inclusión del niño en su contexto social. Además, opera como “un mecanismo protector en la medida que lo preparan para integrarse al mundo de forma autónoma, activa y respetuosa de la diferencia” (Jaramillo, Ruiz, Gómez, López y Pérez, 2014, p. 488).
Por tanto Torío (2006), resalta el papel del ambiente familiar al afirmar que es allí donde el niño logra establecer sus relaciones con sus pares y demás entornos por donde transita, mediante la configuración de su propia jerarquía. Consecuentemente, el ambiente familiar se establece como “el marco de referencia más relevante en la adquisición de valores, ya que es el contexto que reúne las mejores condiciones para la realización de esta tarea: proximidad, comunicación, aceptación, complicidad, cooperación y afecto, entre otras” (p. 57).
Este ambiente es el directamente encargado de brindar las herramientas necesarias para que los niños creen bases sólidas en sus relaciones con sí mismos y con los demás; además de conocer su entorno, lo acepten y se adapten a los cambios y diferencias que puedan ocurrir dentro de él. Por lo tanto, Ramos (2017) afirma que es en el ambiente familiar donde se produce la relación entre lo aprendido de manera cognoscitiva y afectiva, mediante la comunicación y el diálogo, siendo estas las bases para la conformación de la personalidad; en consecuencia, las figuras paternas y maternas requieren formación para potenciar su función educativa, pues son los agentes de socialización por excelencia. Esta postura la fortalece Iniesta (2012) al hacer referencia a unas dimensiones dadas en el ambiente familiar con incidencia en el proceso escolar de los niños; destacan “la participación de los padres en los centros escolares, la atención de los padres a los hijos y el nivel de estudios de los progenitores” (p. 36).
Conforme a esto, el ambiente familiar recibe continuamente influencias de grupos sociales como la escuela, a través de los hijos y del contacto con los maestros; de igual forma la inserción laboral de los familiares adultos a la vida sociopolítica influye en las dinámicas familiares. En este sentido, la función educativa cumple una labor fundamental, pues engloba a su vez la función económica, donde se incluyen los cuidados y roles que establece cada miembro en las relaciones familiares; la función biosocial, que comprende la crianza de los hijos y las relaciones afectivas; y la función espiritual-cultural hace referencia al esparcimiento y la educación de los miembros de la familia (Salazar, 2004).
Asimismo, hay factores que pueden ocasionar dificultades para lograr una conciliación familiar, tales como los aspectos laborales, domésticos y escolares (Fraguela, Lorenzo y Varela, 2011). Estas condiciones sumadas a situaciones económicas y el nivel de escolaridad de los padres, son factores “que inciden de manera negativa en el ejercicio de autoridad y en la implementación de pautas de crianza adecuadas por parte de los padres o adultos responsables” (Moreno, Bermúdez, Mora, Torres y Ramos, 2016, p. 135). De esta forma, la relación educativa, formativa y afectiva del ambiente familiar constituye en un factor determinante que incide directamente en el desarrollo del pensamiento en edad escolar (Guerra et al., 2012).
En este orden de ideas, el ambiente familiar es el primer responsable del proceso de socialización y adaptación de los niños en cada espacio por el que transitan, teniendo en cuenta que “cada familia tiene sus propios valores, actitudes, principios y visiones que dan sentido al apoyo en los aprendizajes de sus hijos; es decir, su capital particular e insustituible le permite usar estrategias, prácticas y metodologías diferentes” (Espitia y Montes, 2009, p. 95).
Dadas estas condiciones, cada miembro de la familia cumple con un rol que propicia los mejores escenarios para llevar a cabo este proceso. Dentro de estos roles es relevante el de la madre, pues culturalmente se espera de ella el cumplimiento de diversas responsabilidades; desde la concepción, la crianza y la formación de los hijos, hasta la proporción de afecto y seguridad en sí mismos, brindándoles capacidad para enfrentar situaciones y expresar sus pensamientos y sentimientos (Amarís, 2004).
Además, según sustentan Coronado y Ortiz (2013) para construir su rol materno y pautas de crianza, las madres necesitan emplear creencias y prácticas como las normas, el afecto y contar con una red de apoyo. En gran parte de las familias existen redes de apoyo familiar en el cuidado y la crianza de los niños, no obstante, se encuentran familias que no cuentan con estas, por tanto, quienes asumen las responsabilidades familiares son las madres (Orozco, Sánchez y Cerchiaro, 2012).
Tal como se ha visto, las obligaciones de la mujer son altamente proyectadas y se conectan en cada ámbito. Así lo demuestran López, Gil, Carmona, Moreno y Jaramillo (2017) en su investigación, donde se afirma que “a pesar de los cambios que en los últimos años se han dado en las relaciones de género, las mujeres siguen siendo las principales responsables de las tareas domésticas y familiares” (p. 31). Sumado a esto, son mayoritariamente las mujeres las que asumen las funciones relacionadas con la escolarización de los niños, sin embargo, las personas con una mayor formación profesional son quienes presentan mayores dificultades para conciliar sus tiempos (Fraguela et al., 2011).
No obstante, el estudio presentado por Barreto y Velásquez (2015) muestra un panorama diferente, al encontrar que la mayoría de la población participe de su estudio son madres jefes de hogar y un porcentaje significativo se encuentra sin ningún tipo de escolaridad, lo que interfiere en la relación entre madres e hijos, encontrándose que estos últimos muestran una baja percepción frente a la funcionalidad familiar, influenciada por factores como los escasos recursos económicos y la poca formación educativa. Con base en estas consideraciones, se hace preciso reflexionar sobre los diversos factores influyentes en el proceso formativo de los niños, partiendo del hogar y pasando por los diversos espacios, como la escuela; lugares donde interactúan todos los miembros interrelacionados en cada ambiente.
El segundo ambiente principal en la formación y educación de los niños es el ambiente escolar, el cual transforma al ser humano al actuar conjuntamente y adecuar los escenarios para que se presente el aprendizaje en condiciones favorables (Duarte, 2003). Este ambiente “es el resultado de la confluencia continua de factores sociales, políticos, económicos y culturales del contexto en el que estos se sitúan y de las condiciones y características de quienes circulan en ellos” (Redondo, 2016, p. 3).
Según lo anterior, el ambiente escolar toma como base las necesidades e intereses de los estudiantes para planear las experiencias de formación que se requieren durante el proceso de aprendizaje, por lo tanto, es dinámico e incluye en su dimensión contextual el espacio material y sus instalaciones como elementos del ambiente de aprendizaje (García, 2014). Pero no se trata únicamente de la disposición de objetos sino de la manera en que los individuos inmersos en este espacio interactúan. En palabras de Olivos (2010):
En el sentido de la triada ambiente-desarrollo-aprendizaje cabe destacar que la interacción activa con el ambiente favorece el desarrollo cognitivo del niño, de un modo adecuado a cada una de las etapas de su crecimiento, que son críticas desde el nacimiento y hasta los doce años aproximadamente (p. 203).
Por consiguiente, la escuela en compañía de la familia son los principales entornos de aprendizaje que influyen directamente en las posibles acciones a emprender por los niños para desarrollarse como sujetos sociales. Evidencia de ello, son los hallazgos de la investigación presentada por Alvarado y Suarez (2009) donde se encuentra que “las familias tienen exigencias y expectativas frente a los programas educativos; pero los programas educativos también requieren de condiciones o habilidades básicas en los niños que son facilitadas desde el entorno familiar” (p. 923).
Del mismo modo, Ortega y Cárcamo (2017) sustentan que “las familias en sí mismas no cambian la manera de relacionarse, sino que más bien se adaptan a las formas y demandas específicas que emanan de la escuela” (p. 107). Por este motivo, el ambiente escolar y familiar debe trabajar conjuntamente en la instauración de estrategias para la resolución del conflicto, los cuales repercuten directamente en la interacción presente en ambos contextos, partiendo de que “las familias que promueven en sus miembros espacios para el diálogo y los acuerdos, generalmente desarrollan en sus hijos conductas positivas que repercuten en otros espacios como los escolares” (Álvarez, 2010, p. 260).
De igual forma, Moratto, Cárdenas y Berbesí (2016) afirman que son fundamentales las vivencias familiares, el cuidado y acompañamiento que se brinde en este entorno, pues son pilares para la resolución de problemas que se presentan diariamente en el ambiente escolar, por lo que, existe una estrecha relación entre el clima escolar y el funcionamiento familiar. En tal sentido, tanto el apoyo familiar como escolar son imprescindibles, pues generan en los niños seguridad y aprecio por “el cobijo emocional y aliento personal y académico que allí reciben (…) dado que el respeto, motivación y estímulos hacia el aprendizaje significativo priman por sobre conductas pedagógicas punitivas o sancionatorias” (Rodríguez, Padilla y Vargas, 2018, p. 88).
En este propósito, el ambiente escolar permite al estudiante comprender las diversas situaciones de su diario vivir y las tome como experiencias favorables para su crecimiento y desarrollo, todo esto por medio del acompañamiento del educador, quien es el encargado de favorecer la interacción del educando con el ambiente escolar y así brindar oportunidades de construir conocimientos mediante dicha interacción (Polanco, 2004). Del mismo modo, Peralta y Fujimoto (1998) consideran que además de ser líder, agente de cambio y articulador de los actores que componen la comunidad educativa, el educador:
Tiene un rol protagónico en la ejecución de los programas. La calidad de éstos, depende de la función social e innovadora que posee el docente para crear ambientes sanos y estimulantes para el crecimiento humano, de su perspectiva de respeto del patrimonio cultural, pues deben convertirse en recreadores de cultura y generadores de transformación social y constructores de conocimientos. (p. 96)
Ahora bien, cabe resaltar la postura de Mercado y Montaño (2015), quienes reconocen la importancia de continuar analizando la participación de la familia en el ámbito escolar, especialmente el papel que cumple la madre, quien es reconocida por el docente como un referente importante para la planeación del trabajo en el aula, al crear conjuntamente reflexiones, actividades y diálogos vinculados con la enseñanza. Al respecto, Marín, Riquett, Pinto, Romero y Paredes (2017), destacan la importancia de la variable participación en los procesos de desarrollo del individuo, de allí que el núcleo familiar resulta clave.
A estas apreciaciones se suman Henao, Ramírez y Ramírez (2007), al sostener que la comunicación, disciplina y afecto provenientes del entorno familiar marcan el camino del desarrollo en la niñez, al contribuir a estructurar la personalidad y las habilidades necesarias para el desenvolvimiento en el ámbito escolar; por esto el papel del ambiente familiar en el ingreso del niño al ambiente escolar es fundamental, puesto que es en el primero donde se adquieren los conocimientos previos para llegar al segundo. Se toma en consideración la forma de ser “acompañado, guiado, disciplinado, escuchado, incentivado y corregido entre otros aspectos, hace que el “aprendiz” venga ya con una carga de saberes y repertorios que pasan a ser el derrotero por donde caminará en sus nuevos conocimientos” (p. 235).
Las estrategias de acompañamiento: una herramienta que fortalece los espacios familiares y escolares.
Como se ha visto hasta el momento, en cada ambiente donde interactúan los niños y niñas se presentan diversas dinámicas para el acompañamiento y apoyo brindado por parte de los miembros y así aportar a su desarrollo integral. Referente a esto, Vargas y Arán (2014) sustentan que los factores asociados al ambiente familiar y el estilo parental donde se desenvuelven los niños, influyen en su desarrollo infantil, ello podría favorecer u obstaculizar procesos como la flexibilidad cognitiva y la memoria. Por tanto, se hace necesario incluir estrategias para promover el fortalecimiento de recursos cognitivos desde el ámbito familiar.
De esta manera, las estrategias educativas familiares se plantean como un “complejo sistema de esquemas de percepción, decisiones, expectativas, aspiraciones y prácticas familiares que se estructuran en correspondencia con las condiciones económicas y culturales de vida de las familias” (Gubbins e Ibarra, 2016, p. 1). Es decir las estrategias se proponen con base en la dinámica familiar, creada mediante la cooperación de todos los miembros de la familia. Es por eso que como afirman Rodríguez, Torío y Viñuela (2004):
Las estrategias y posibilidades que tienen en sus manos las familias para armonizar los tiempos y hacer frente a sus obligaciones familiares y laborales, dependen, fundamentalmente, de la fase del ciclo familiar en la que se encuentren y de los recursos con los que cuenten en cada momento (p. 53).
Sin embargo, el hecho de que esté definida una estructura de interacción familiar con relación a los roles y métodos empleados por cada miembro de la familia, no quiere decir que haya total claridad en cuanto a las estrategias necesarias para acompañar de manera adecuada el desarrollo de los niños. En palabras de Torío (2006) “aunque la paternidad es una decisión responsable, más bien parece que la improvisación y el ensayo-error suelen ser las estrategias de resolución usadas con más frecuencia en la educación familiar” (p. 49).
Esta postura es respaldada por la investigación propuesta por Pedraza, Salazar, Robayo y Moreno (2016) donde se evidencia la relación directa entre las dinámicas escolares y familiares,y su incidencia de una sobre la otra. De esta forma, se encuentra una preocupación general de los padres, pues asumen que carecen de herramientas para orientar y educar a sus hijos, es decir, “los padres saben, en algunos casos, que deben modificar las formas de exigir, ordenar y enseñar a los hijos, pero no saben cómo hacerlo” (p. 307).
Como puede observarse, la familia es un factor de apoyo indispensable en el proceso formativo tanto para los niños como para la escuela, pues permite al contexto escolar lograr resultados óptimos en las dimensiones de desarrollo de los menores, teniendo en cuenta que los momentos evolutivos de los niños son marcados significativamente durante las interacciones en la escuela y la familia, motivo por el cual la familia es la base para que en la primera infancia se creen las relaciones con los diversos entornos y se alcance una lógica comprensiva al ingresar al escenario educativo (Rodríguez y Viveros, 2013). Como lo afirman Gallego, Pino, Álvarez, Vargas y Correa (2019):
El ser humano es producto de lo que los padres o cuidadores hacen de él, y la forma como el adulto se posiciona en el mundo depende de las bases recibidas en la infancia, convirtiéndonos en una extensión de los padres o cuidadores (p. 139).
Ahora bien, Sorribes y García (1996) proponen el término de prácticas o estrategias disciplinares, que hacen alusión a los métodos que usan los adultos con miras a que los niños modifiquen positivamente su conducta, mediante “un proceso basado en la reciprocidad de logros, de modo que se respeten las características temporales (evolutivas) y de contenido (características) de la conducta infantil” (p. 153). Por ende, es de vital importancia que en la familia se desarrollen estrategias comunicativas en pro de ejercer positivamente su influencia como ámbito orientador y mediador en el proceso educativo, teniendo como base el dialogo para generar mayores oportunidades de aprendizaje (Villalobos, Flórez y Londoño, 2015).
En efecto, las estrategias que emplea cada miembro de la familia para acompañar el proceso de desarrollo de los niños, representan elementos esenciales para fortalecer los procesos educativos y de interacción que se crean en la cotidianidad de un determinado ambiente. Consecuentemente, el acompañamiento familiar es parte fundamental para la definición de las formas de aprender e interactuar de los niños con su entorno y por ende, para la obtención de aprendizajes significativos (Flórez, Villalobos y Londoño, 2017). Esto se evidencia en los resultados del estudio realizado por Lastre, López y Alcázar (2018), donde los estudiantes que presentan un rendimiento académico alto son quienes reciben apoyo familiar, además, “los alumnos tienen mejor rendimiento académico si están bajo la orientación de la madre” (p. 9).
Asimismo, vale la pena mencionar lo expuesto por Gubbins (2014), quien afirma que el nivel de escolaridad de la madre es un factor diferenciador en las estrategias que construyen, puesto que “las mujeres con estudios de posgrados universitarios tienden a situar el desarrollo cognitivo-cultural de los hijos como el principal movilizador de su acción” (p. 1080). De igual forma, es importante el hallazgo de que las madres con menor grado de educación, dan mayor relevancia a la felicidad como elemento esencial para el actuar de sus hijos. Así entonces, se asume el ideal de que la madre es la responsable de la educación, el cuidado, bienestar y desarrollo de los hijos. En correspondencia con estos hallazgos, Díaz y Mejía (2015) permiten entrever que la dedicación de la madre en el proceso educativo y formativo de los hijos supone una reorganización de la dinámica familiar, pues al cumplir con funciones para asegurar el acompañamiento a los hijos, se reestructura además su proyecto de vida laboral y personal.
Lo anterior identifica al nivel educativo de los padres como factor relevante en el establecimiento de estrategias, puesto que “este aspecto es determinante a la hora de emprender acciones de acompañamiento a sus hijos, pues no existe la comprensión de las actividades asignadas por el docente, precisamente por la falta de educación de los padres” (Lastre et al., 2018, p. 10). Así también lo afirman Matute, Sanz, Gumá, Rosselli y Ardila (2009) cuando sostienen que “los hijos de padres con estudios de licenciatura o más muestran un mayor número de aciertos que aquéllos cuyos padres no estudiaron más allá de la preparatoria” (p. 269).
Sin embargo, hay otro factor importante a resaltar; algunas investigaciones han encontrado que la formación docente de los agentes educativos durante el acompañamiento del proceso formativo de los niños y niñas, requiere de una revisión exhaustiva. Así lo dan a entender Ramírez, Quintero y Jaramillo (2015) cuando conciben una “desarticulación entre la formación profesional y las demandas del contexto sociocultural en relación con el apoyo familiar” (p. 106). A partir de esto, se plantea la importancia de fortalecer en las docentes “la atención a la familia, pues es ella, en primera instancia la responsable de los procesos de constitución subjetiva y socialización primaria” (p. 110).
Por la misma línea, Ospina y Gallego (2014) realizan un estudio donde encuentran falencias en el dominio de la teoría y la práctica de los docentes, se dificulta la relación saber y hacer, puesto que “se hace latente en las competencias del maestro para comprender y potenciar las etapas del desarrollo de los niños y contribuir a sus necesidades de aprendizaje” (p. 283).
Lo anterior permite identificar los aspectos inmersos en el ambiente escolar, donde las estrategias pueden ser vistas desde un sentido fuerte, como la toma de decisiones organizadas y conscientes sobre las actividades a realizar para alcanzar un aprendizaje; y desde un sentido débil, como los procedimientos orientados a obtener un aprendizaje (Muñoz, 2004). Se requiere en los niños orientaciones y acompañamiento continuos para adquirir aprendizajes valiosos para fortalecer su crecimiento como seres individuales y sociales.
En el ambiente escolar, el acompañamiento educativo se hace necesario como una “dimensión fundamental en los procesos de crecimiento y desarrollo de individuos y grupos” (García y Mendía, 2015, p. 42). Para establecer relaciones de confianza entre padres y maestros y así incentivar a ambas partes a involucrarse en el proceso educativo, es necesaria la implementación de “estrategias de sensibilización y orientación que permitan a los docentes reformular sus creencias con respecto a la participación de los padres” (Valdés y Sánchez, 2016, p. 113).
En atención a lo expuesto, las estrategias de acompañamiento enmarcadas en el ambiente familiar y escolar, deben cubrir la necesidad de apoyo de los niños en cada etapa de su ciclo evolutivo, para aportar estrategias de afrontamiento ante el cambio y trasformación contextual. Para esto es necesario tener presente la importancia de desarrollar:
Un proceso de cambio en el que se experimentan continuidades y discontinuidades en las que niños y niñas, padres y madres, maestros y maestras e instituciones educativas, enfrentan desafíos desde el punto de vista de los roles, de las relaciones sociales, las rutinas de organización temporoespacial de las actividades, el valor del juego en los distintos contextos de aprendizaje, el manejo de materiales didácticos y las intencionalidades educativas y pedagógicas. (Abello, 2009, p. 933)
De igual manera, es fundamental considerar las implicaciones del proceso de los niños al pasar de un ambiente a otro. Por tanto, como lo expresan Vloger, Crivello y Woodhead (2008):
Sería oportuno incitar a los diseñadores de políticas y a los profesionales para que encuentren las maneras pertinentes de lograr que los cuidadores participen efectivamente en la educación de sus hijos y que los educadores comprendan mejor el modo en que el ambiente del hogar de los niños modela sus experiencias escolares (p. 26).
En correspondencia con los postulados de Fabian & Dunlop (2006), las instituciones familiares y educativas afrontarán mayores retos mientras más marcadas sean sus diferencias; por tanto, el ambiente familiar y escolar deben entrelazar estrategias que fortalezcan el acompañamiento a los niños y niñas durante su desarrollo, procurando cumplir con los roles correspondientes a los miembros que conforman cada ambiente.
Conclusiones
Esta revisión ha permitido aportar construcciones teóricas relevantes como punto de partida para continuar investigando sobre las estrategias de acompañamiento, asunto poco estudiado a pesar de ser un criterio clave en los diferentes ambientes donde los niños y sus actores más representativos interactúan diariamente. De esta manera, es imperante fortalecer vínculos en el ambiente familiar y escolar para cimentar las bases fundamentales de las interacciones sociales.
Así, este acercamiento conceptual deja entrever que cada ambiente donde están inmersos los individuos se constituye en un espacio de enseñanza y aprendizaje; se crean las condiciones necesarias para la asimilación, adaptación y construcción del entorno; en ello radica la importancia de que cada ambiente reconozca sus funciones y componentes.
De acuerdo con esto, el ambiente familiar es un espacio determinante en los diferentes momentos donde los niños requieren acompañamiento de sus adultos significativos; se parte del hecho de que el apoyo de los padres a sus hijos está mediado por la manera en que reciben las influencias externas y las integran de forma positiva en la interacción familiar.
Asimismo, la inmersión en el ambiente escolar lleva a que los niños vivan nuevas experiencias, siendo preciso el acompañamiento por parte de los miembros de sus principales grupos de socialización, encargados de brindar la educación necesaria para su desarrollo integral.
De esta forma, la familia y la escuela, con padres y docentes como miembros principales y significativos de cada ambiente, constituyen los primeros y principales espacios donde se establecen las bases para emprender el camino hacia una formación integral. Se concluye en que el nivel educativo de estos miembros significativos es un aspecto relevante en la construcción y aplicación de estrategias.
En síntesis, en el ambiente familiar y escolar se requiere del uso de estrategias de acompañamiento como apoyo fundamentado en la comunicación y comprensión, para que los niños y niñas fortalezcan aspectos cognitivos, sociales y emocionales, indispensables al momento de afrontar y comprender los cambios experimentados durante el paso entre los diferentes ambientes a los que pertenecen.
Referencias
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* Texto derivado del proyecto de investigación para optar al título de Magister en Educación “El paso del ambiente familiar al escolar: estrategias de acompañamiento que emplean madres con formación en educación”, realizada mediante convenio con el programa de jóvenes investigadores de la Universidad Católica Luis Amigó.
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© The author; licensee Universidad de la Costa - CUC.
Cultura, Educación y Sociedad vol. 11 no. 1, pp. 151-166. Enero - Junio, 2020
Barranquilla. ISSN 2389-7724 Online
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